domingo, 20 de septiembre de 2009

La ley del deseo

Son las once de la noche y apunto en mi lista de Domingos Asquerosos un domingo asqueroso más de mi inútil vida.
No voy a contar cómo ha ido la semana porque ha ido de puta pena. Me la he pasado mandando artículos al periódico y esperando la contestación a un proyecto que presenté.
Lo único destacable es que el bicho de mi hermana no ha pisado desde el pasado lunes la casa de mi madre porque aún le debe de seguir el enfado. Tiene cojones, la tía. No perdona (si es que mi madre tiene la culpa) ni a su madre.

Desde el lunes no veía a mi mujer, y hoy me ha llamado sobre las diez para recordarme la comida pendiente con (le llamaremos Pipi, igual que el gilipollas que sale en la televisión peleándose con todo el mundo) Pipi. Por ella y porque mi hijo ha desaparecido de nuevo de mi vida, he aceptado ir. Lo hemos hecho con su coche porque dos de las ruedas del utilitario de mi hijo están a punto de reventar, según el mecánico.
Para que tengáis una idea de lo que vale la casa de Pipi (excepto los domingos y algún que otro sábado, siempre permanece cerrada) de Pipi, colgada en un acantilado que cae al mar, os diré que hace poco unos alemanes le hicieron una oferta de quinientos millones de pesetas. Y no es porque sea una casa de diseño y llena de habitaciones y salones, no, de hecho sólo tiene cuatro habitaciones pequeñas, un salón y un comedor normales, una cocina coqueta, dos baños (uno de ellos incrustado en la roca) y una terraza que sólo se ve mar y montañas. En la parte de atrás tiene la carretera y un estanque con una pequeña catarata de agua natural, que también es suyo.
Su decoración es sobria y triste como él. Muebles antiguos y de valor, pequeñas esculturas y cuadros de pintores valiosos. Da la sensación de estar en el interior de una tienda de antigüedades. La casa debe de tener cien años, al menos.
Si tuviera que definirla de alguna manera, diría que es una casa sacada de un cuento, ubicada en un lugar privilegiado y que en este momento sería imposible construir otra igual porque no te dejarían. Ese es su valor.
¿Os habéis ubicado? Pues ahora os diré que Pipi es homosexual, triste, inculto (excepto de política y abogacía), sin ningún tipo de gracia, bajito, cotilla hasta la saciedad (se parece a Mariñas), gordito (parece una pelota a punto de explotar), primitivo, aparte de ser la oveja negra de una familia importante de la alta sociedad mallorquina. Médicos, militares, políticos, jueces, abogados, son los que componen esa familia numerosa. El mismo Pipi es abogado, recién jubilado con sesenta y cinco años.
Pipi no es la clásica maricona loca; todo lo contrario, es el clásico homosexual reprimido que nunca adivinarías que lo es. Además, odia a las mariconas, travestís y transformistas, como buen facha que es (PP).
Desgraciadamente vivió en la época del dictador Franco, que pelaba y apaleaba a los homosexuales sólo por serlo. Pero Pipi se cuidó durante mucho tiempo de que nadie supiera su inclinación por los hombres. Aunque estás cosas no se pueden esconder mucho porque al final tienes algún desliz, equivocación o vas con la persona inadecuada, y la gente se entera. Que es lo que le pasó a él.
El disgusto que se llevó su padre (nada menos que coronel) fue de órdago. Lo excomulgó durante unos años hasta que la enfermedad y su mujer (del OPUS DEI) le hizo aceptarlo de nuevo dándole su correspondiente parte de la herencia.
Después de la muerte del coronel millonario y franquista, sus hermanos lo ignoraron. Se limitaron a decirle hola, qué tal, cómo estás, y adiós, en las comuniones, bautizos y bodas de la familia que coincidían. Y hasta hoy.

A Pipi lo desvirgó un ilustre alcalde de un pueblo de Mallorca. Un alcalde franquista, por supuesto. Millonario (para variar), con tres hijas y una mujer un poco loca. El último año de su vida acabó en el psiquiátrico. Aún recuerdo cuando no le quedaba más remedio que llevarla a las comidas que organizábamos en la casa de Pipi. La sentaba en un rincón del salón y la olvidaba. Y como estaba gorda decía que le bastaba cenar. Hay que decir que la pobre mujer ya no se enteraba de nada.
El ex alcalde, un pájaro de mucho cuidado, pero con estilo y educación, le enseñó de todo a Pipi, lo llevó por todos lugares de maricones de París, Venecia, Roma, Berlín, etc. Le descubrió la chispa de la vida, como hace la mentirosa de la Coca-cola. Y nunca importó la diferencia de edad (se llevaban veinte años) para estar veintidós años juntos. Juntos todos los fines de semana y en los viajes que organizaban, porque el ex alcalde tenía sus obligaciones con sus hijas. Todo el pueblo (incluso su familia) sabían que el ex alcalde cojeaba más que un palomo cojo, pero todos lo apreciaba y disimulaban.
En entierro estuvo presente todo el pueblo. Hubo gente que se quedó fuera de la iglesia, que no es precisamente pequeña porque estamos hablando de uno de los pueblos más importantes de Mallorca.

Pipi se quedó desconsolado sin agujero en el que meter (el ex alcalde era la mujer en la pareja) y entró en una pequeña depresión. Y gracias a mí y a mi hijo, salió de ella airoso. ¿Cómo?
Una semana después del fallecimiento del ex alcalde me invitó a cenar y me dijo que estaba fatal, que se pasaba el día pensando en el gran amor de su vida. Entonces, por decir algo, yo le dije que se fuera de viaje, como hacen en las películas. Enseguida dijo que sí, y me invitó a ir con él. Le dije que no podía gastarme dinero en viajes. Es igual, me dijo. Te lo pago todo. Es que me jode dejar a mi hijo solo, le dije porque no me apetecía ir de acompañante de Pipi. También corro con sus gastos.
En definitiva, mi hijo y yo nos pasamos dos semanas por España con gastos pagados, donde no faltaron peleas de todo tipo y de todos los colores. Mi hijo no puede tragar a Pipi, y yo a Pipi lo soporto un día, luego necesito cuatro o cinco de descanso. Imaginaros dos semanas con un franquista del PP que no hay más ley que la suya, un artista como yo con problemas de carácter jodido, y mi hijo, un genio loco e histérico, profundo e imbécil. Fueron dos semanas para haberlas grabado. Creo que no dejamos ningún insulto por decirnos. Sólo nos faltó liarnos a ostias.

Cuando Pipi volvió a Mallorca era otro hombre. No había olvidado a su anciano amor, pero sí había aceptado, gracias a nosotros, que la vida seguía y que sólo tenía sesenta años. Fue entonces cuando lo dejamos de ver una larga temporada. En el reencuentro nos contó (es muy dado a contarlo todo con pelos y señales como Mariñas) que se había desmadrado y follado a tope. Había recuperado el tiempo perdido. Se recorrió los clubs gays de toda España, sobre todo de Barcelona y Madrid. Estaba eufórico. Todos los años de represión por parte de la sociedad y de su familia, se habían ido al carajo, como el decía. Pipi era otro hombre.
Empezó a frecuentar lugares de gays de la isla y en uno de esos lugares (una sauna que hay al lado de la plaza Palou i Coll) encontró a un anciano, que era el polo apuesto de el ex alcalde, pero que tenía un pollón de esos que dicen que tienen los negros y, además, siempre en forma.
Si el ex alcalde era exquisito en el vestir, el nuevo novio era vulgar y corriente; si el ex alcalde sabía hablar perfectamente el castellano sin acento mallorquín, el nuevo novio se equivocaba hablando castellano; si el ex alcalde sabía lo que pasaba políticamente en este país, el nuevo novio tenía una cierta idea confusa. Si el ex alcalde era un señor, el nuevo novio era un payés, directamente. Ahora, eso sí, con un pollón siempre preparado y ochenta años a la espalda. Asqueroso.

Pipi odia a los chaperos y a todos los maricones jóvenes. No los soporta, por eso siempre se ha ligado viejos. Yo creo que esa actitud tendrá algo que ver con su padre, el coronel franquista. Seguro que estaba enamorado de él.
Cuando nos presentó a su nuevo novio (lo hizo con cierta vergüenza) mi mujer y yo nos quedamos de piedra, porque Pipi puede ser muchas cosas, pero es una persona con una cierta clase; la que tienen los que no tienen clase pero van a colegios buenos. Él fue al mejor y estudió la carrera en Barcelona, y de eso algo se pega.
La única conversación preferida del anciano novio, es el folleteo. Se ha casado dos veces, tiene un hijo que no sabe nada de sus andanzas gays, y ahora, quiere recuperar el tiempo perdido y está todo el día pensando en follar. A mí, particularmente me da un asco terrible sólo tenerlo cerca, pero por mi amistad con Pipi, lo soporto y no me meto con él.
Para colmo se han traído a un maricón del OPUS DEI de Barcelona, con peluquín incluido.
Exceptuando la estupenda paella de marisco que ha cocinado mi mujer, la interminable comida ha sido patética: Pipi haciendo de chica para todo (nunca amanerado); el payés hablando de sus insaciables ganas de follar (nada amanerado), delante de mi mujer sin ningún pudor; y el del OPUS DEI con peluquín (con cierto amaneramiento), contando como había conocido a Pipi en un cine de maricones de Barcelona.
Uno de los temas que se han tratado con alboroto y alegría ha sido el de la playa Es Trenc, que por lo visto el vivero del mariconeo. Un poco más lejos de la playa, entre los árboles, todos los maricones de la isla se reúnen para chupársela o dar por el culo. Pipi y el payés van cada martes, que es cuando hay más marcha.

A las seis he hecho mi manido simulacro de llamada en mi móvil y he dicho que mi madre había tenido un ataque de vértigo y teníamos que irnos. Ahora estoy escribiendo esta mierda y al mismo tiempo veo Next con Nicolas Caig.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Los domingos suelen ser pesados, pero con esta historia, desde luego, todos se van a quedar cortos.

Mierda, con la final de baloncesto me perdí la peli. Ya me dirás si vale la pena verla.
Que curioso, la palabra de verificación es PRIPI

Ramón de Mielina dijo...

tómatelo con humor

Paris Quelart Budó dijo...

Nadie me obliga a ir con esta gente, que realmente es de mi círculo de amistades (no me refiero al payés maricón).
Y por otra parte estas amistades me solucionan días de asco y aburrimiento. Aún tengo que dar gracias que están ahí y que aún no se han cansado de mí.

C. Chase dijo...

Perdona que haya tardado tanto en responder. Leí el relato que tenías cuando me comentaste... uno sobre ir al cine, ex-esposa, tu hijo borracho... y me gustó.

¿Cómo lo dijiste...? Interesante, eso es.

Ahora me leo éste.

Erebus dijo...

Siempre pensé que el domingo era el mal menor que había que pasar entre la amena diversión del sábado y el trauma madrugador del lunes... pero está claro que esos domingos son auténticas aventuras. Esta parece una de esas historias de España profunda.
Vaya blog tiene montado, caballero. Creo que me pasaré por aquí de más en adelante.

Paris Quelart Budó dijo...

Llevo toda mi vida viviendo una vida que no quiero vivir y por eso ahora estoy pagando. O no sé si quería vivir la vida que he vivido hasta cierto punto. Lo cierto es que cuando mis amigos estudiaban o trabajaban yo me divertía. Ahora ellos tienen un futuro tranquilo y yo no tengo ni jubilación.