lunes, 28 de septiembre de 2009

BATMAN BEGINS

Son las once de la noche y empiezo a escribir esta mierda mientras que escucho y miro de vez en cuando el Batman con Christian Bale como el héroe oscuro y Christopher Nolan como director. Pienso que quitando las de Tim Burton, es la mejor de la saga.
No soy muy super-héroes, pero si tuviera que elegir a uno, Batman sería el elgido. Su oscuro personaje atormentado me fascina.

La semana no vale la pena comentarla: he estado a base de antibióticos, jarabe, aspirinas, libros y mi novela. Las noches han sido terribles por culpa de la tos seca que se caracteriza en mis catarros.
Aunque no he dejado de bajar a desayunar con mi madre, que cada día se queja más de su artrosis. La verdad es que la mujer está fatal cuando se levanta por las mañanas: le duele todo. Tienen que pasar dos horas para que empiece a moverse con normalidad. Sufro mucho por ella y rezo cada noche para que no quede en una silla de ruedas.
Pero el disgusto grande de la semana es que los hijos de puta de Hacienda me han bloqueado mi cuenta corriente y se han quedado con los únicos doscientos cincuenta euros que había, ganados en el mes de agosto en el periódico.
He ido a Hacienda para preguntar el motivo del bloqueo, y es debido a multas y a que nunca he pagado el impuesto de circulación del coche que tengo ahora, el que regalé a mi hijo.

Desde los dieciocho años tengo coche. He tenido cinco de ellos, y nunca me ido bien pagar el impuesto de circulación, como otras cosas que no puedo decir porque me podrían acarrear problemas. Nunca se sabe quién puede leer este blog de mierda.

Una cosa a destacar de la semana es la noche del sábado, que una vieja y buena actriz de reparto, a la que llamaremos Gulietta, por su parecido a la gran actriz y esposa de Fellini, Gulietta Masina, organizó en su casa una cena de despedida del verano, a la que asistieron una treintena de personas. Yo asistí y me encontré con mi mujer, que también estaba invitada. Estaba muy guapa y más delgada.
Gulietta es una mujer menuda, que ha sido guapa, y que ahora se le va la olla. Es buena gente, pero demasiado mentirosa, fantasma. Le hables de lo que le hables, ella lo sabe. Se cree una intelectual de primer orden y no es más que una señora con retentiva que lee libros de literatura que no los llega a comprender del todo. Y eso es culpa de su compañero, que no hace ni un mes murió de cáncer de pulmón. Un tipo insoportable que yo tuve la experiencia de conocer.

No puedo decir su nombre porque era hermano de un periodista importante a nivel nacional. Y él mismo tenía un cierto nombre como periodista. Por eso le llamaremos Zori (actor español con un cierto parecido a él).
Sus cuatro últimos años de vida estuvo apartado del mundo periodístico, pero tenía un blog bastante visitado donde escribía su opinión sobre las noticias que leía en otros periódicos y veía en televisión. La verdad es que estaba bien, y su punto de vista siempre era ácido y corrosivo, con mala leche. Se ganaba la vida dando clases a parados.
Hace veinte años, más o menos, fue cuando conocí a Gulietta y al hombre que vivía con ella, Zori, para más señas, vasco. En aquel tiempo ya era alcohólico y trabajaba para un periódico de la isla. Cuando lo cogías sobrio, aún podías conversar con él, pero cuando tomaba unas copas, se transformaba en una persona violenta y asquerosa. Nos peleamos muchas veces, y no le aticé porque no tenía ni media ostia.
Gracias a estas peleas Gulietta y yo dejamos de vernos durante unos años, hasta que un día me la encontré en un estreno y me contó lo que había acontecido el tiempo que habíamos estado sin vernos.

Zori había acabado pegándole durante sus borracheras hasta que ella llamó a la policía que lo echó de su casa de mala manera. Entonces cayó en picado y estuvo unos años viviendo en la calle bebiendo vino en tetrabrik. Y un día perdió el sentido en la plaza España y llamaron a una ambulancia. No llevaba ningún documento encima, sólo una tarjeta vieja de Gulietta con su número de teléfono. Al descubrir su mal estado de salud, el personal del hospital optó por llamar a la tal Gulietta, que acudió presta al hospital. El médico le dijo que Zori se estaba muriendo debido a una cirrosis terminal y que le daba una semana de vida.
Gulietta llamó enseguida a la familia de Zori, que vivían (viven) en San Sebastián, para comunicarles la nueva. Hasta ese momento, la mujer había presumido hasta la saciedad de la familia de su compañero, pero a partir de esa llamada, empezó a ponerlos a parir. ¿La razón?
A los tres días se presentó su ex mujer con su hijo de dieciocho años para ver a Zori. Se comportaron como si visitaran a un pariente lejano. Le preguntaron cómo estaba, hablaron con el médico, y se marcharon a las cuarenta y ocho horas diciéndole a Gulietta que les tuviera al tanto de los acontecimientos.

Incomprensiblemente (aún los médicos se lo están preguntando) Zori se recuperó y vivió cuatro años más llevando una vida normal, sin alcohol y fumando tres cajetillas diarias de Winston. Gulietta le dejó que se instalase en una amplia habitación del enorme piso (zona antigua de la ciudad, techos altos, espacios amplios, cinco habitaciones, tres baños, balcones que dan a dos calles, etc.) que tiene alquilado ahora, y le dejó tener de vez en cuando relaciones sexuales con ella.
Mi reencuentro con Gulietta fue en el último año de la vida de Zori. Volvi a ser amigo, entre comillas, de él. Su carácter insoportable de vasco prepotente había menguado bastante. La vida le había jodido y puesto en su lugar. Había dejado de ser prepotente y era más condescendiente con la gente. Se podía mantener una conversación con él sin problema. Y un día, sintió un dolor fuerte en la espalda y fue a urgencias. Al día siguiente ya le dijeron a Gulietta que su compañero tenía cáncer de pulmón, y que por los síntomas ya había hecho metástasis. Murió a los cuatro meses sedado debido a los fuertes dolores.

La muerte de Zori no ha hecho mella en Gulietta, es más, ahora la veo contenta y risueña, como si se hubiera quitado un peso d encima. La verdad es que durante todo el tiempo que Zori estuvo enfermo, nunca la vi llorar. Pero lo que más le jodió a Gulietta, es que su familia ni siquiera pagó la incineración. Su ex mujer y uno de sus hermanos, vinieron tres días antes de que muriera y se fueron a las veinticuatro horas. Su hijo no vino porque estaba de vacaciones en Cuba. Días después de incinerarlo Gulietta se enteró que le habían hecho a Zori un funeral por todo lo alto en San Sebastián.

La herencia que Gulietta recibió de Zori, fue su prepotencia de vasco, el poder presumir del apellido de su distinguida familia, sus muchos libros, y muchos blocs con sus poemas inacabados. Él sí que era un intelectual culto y amante del arte. Pero ella era una querer y no poder con sueños de grandeza que aún hoy, no se ha podido desprender de ellos.
Gulietta vive de hacer teatro de vez en cuando y del alquiler de dos pisos que tiene en Barcelona. Con todo y eso, la aprecio y la quiero como amiga.

Ha empezado La señal 2 y me voy a dormir. La cena del sábado se merece otro escrito por los/las gilipollas que asistieron.
Buena semana, y si sabéis de algún trabajo para mí de friega platos o algo parecido, me lo decís.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Johnny Deep

No comprendo cómo no tengo quinientas visitas al día (¡o más!, como diría Benito en Manos a la obra), no lo comprendo. ¿Y sabéis por qué lo digo? No porque crea que soy la leche, ni mucho menos; mi autoestima esta a la altura de mis zapatos. Lo digo porque cada noche me paseo por los blogs que hay por ahí y flipo en colores. De diez que veo, uno es normal tirando a aburrido.
¿Cómo puede la gente escribir semejantes chorradas sin ningún pudor? El anonimato, se me olvidaba. Porque yo también firmo con un seudónimo, pero lo que yo cuento no tiene desperdicio. Nadie escribe lo que yo escribo. Es normal que yo me esconda detrás del nombre Paris Quelart.
Lo dije en mi primer escrito: los blogs son para perdedores, gente sin talento; seguro que habrá un montón de funcionarios/ias y críticos de arte. Seguro que habrá pervertidos, violadores y asesinos o futuros asesinos en serie. Basta con decir que estoy yo, un parásito de la sociedad al que su amigo médico le aconsejó abrir un blog para contar todas sus penas como terapia.
También tengo que decir que hay algún blog de puta madre; los que menos, pero los hay. De verdaderos artistas desconocidos. Me quito el sombrero ante ellos. Y si yo fuera un capitalista, me pondría en contacto con algunos y les haría ofertas estupendas.
No quiero ser derrotista con los blogs, por eso tengo que decir que si encuentro un solo blog bueno en mis visitas, me siento satisfecho. Pero la verdad es que la mayoría de los blogs son una mierda.
Y hablando de otras cosas, estoy jodido: un costipado de cojones y estoy a base de antibióticos. Hasta Paris se ha dado cuenta de que estoy enfermo. Menos mal que no es la gripe A... en principio. Otra cosa, es que mi hermana se ha dignado volver a pisar la casa de mi madre. Lo hizo el jueves y a regañadientes. La verdad es que he sido yo que la he convencido a base de mensajitos por el móvil y llamadas cortas telefónicas. Lo he hecho por mi madre, que sé que estaba dolida.
Y anoche, por querer ser simpático, le dije por la galería que en la nevera de mi madre había ensaladilla rusa y calamares, a lo que ella me respondió: El cabrón de tu perro mea en tu galería y cae a la mía manchándola. Lo hizo una sola vez, me quejé yo, ahora ya no mea ni hace caca en el piso. Eres un mentiroso de mierda, fue lo último que me dijo y desapareció con un portazo.
Mi hermana se morirá odiándome, y yo sé que cuando mi madre fallezca, dejaré de verla. Es triste, pero no hay nada que hacer.
Lo de la meada de Paris en la galería sólo ocurrió una vez que lo hizo cerca del desagüe. Pero ella, como es una persona obsesiva, ahora se cree que el perro mea cada día.
Al mismo tiempo que escribo estoy viendo una película de Johnny Deep que ya he visto pero que no recuerdo el título. De todas formas no es nada del otro mundo.
Me voy a la cama, desheredados.


domingo, 20 de septiembre de 2009

La ley del deseo

Son las once de la noche y apunto en mi lista de Domingos Asquerosos un domingo asqueroso más de mi inútil vida.
No voy a contar cómo ha ido la semana porque ha ido de puta pena. Me la he pasado mandando artículos al periódico y esperando la contestación a un proyecto que presenté.
Lo único destacable es que el bicho de mi hermana no ha pisado desde el pasado lunes la casa de mi madre porque aún le debe de seguir el enfado. Tiene cojones, la tía. No perdona (si es que mi madre tiene la culpa) ni a su madre.

Desde el lunes no veía a mi mujer, y hoy me ha llamado sobre las diez para recordarme la comida pendiente con (le llamaremos Pipi, igual que el gilipollas que sale en la televisión peleándose con todo el mundo) Pipi. Por ella y porque mi hijo ha desaparecido de nuevo de mi vida, he aceptado ir. Lo hemos hecho con su coche porque dos de las ruedas del utilitario de mi hijo están a punto de reventar, según el mecánico.
Para que tengáis una idea de lo que vale la casa de Pipi (excepto los domingos y algún que otro sábado, siempre permanece cerrada) de Pipi, colgada en un acantilado que cae al mar, os diré que hace poco unos alemanes le hicieron una oferta de quinientos millones de pesetas. Y no es porque sea una casa de diseño y llena de habitaciones y salones, no, de hecho sólo tiene cuatro habitaciones pequeñas, un salón y un comedor normales, una cocina coqueta, dos baños (uno de ellos incrustado en la roca) y una terraza que sólo se ve mar y montañas. En la parte de atrás tiene la carretera y un estanque con una pequeña catarata de agua natural, que también es suyo.
Su decoración es sobria y triste como él. Muebles antiguos y de valor, pequeñas esculturas y cuadros de pintores valiosos. Da la sensación de estar en el interior de una tienda de antigüedades. La casa debe de tener cien años, al menos.
Si tuviera que definirla de alguna manera, diría que es una casa sacada de un cuento, ubicada en un lugar privilegiado y que en este momento sería imposible construir otra igual porque no te dejarían. Ese es su valor.
¿Os habéis ubicado? Pues ahora os diré que Pipi es homosexual, triste, inculto (excepto de política y abogacía), sin ningún tipo de gracia, bajito, cotilla hasta la saciedad (se parece a Mariñas), gordito (parece una pelota a punto de explotar), primitivo, aparte de ser la oveja negra de una familia importante de la alta sociedad mallorquina. Médicos, militares, políticos, jueces, abogados, son los que componen esa familia numerosa. El mismo Pipi es abogado, recién jubilado con sesenta y cinco años.
Pipi no es la clásica maricona loca; todo lo contrario, es el clásico homosexual reprimido que nunca adivinarías que lo es. Además, odia a las mariconas, travestís y transformistas, como buen facha que es (PP).
Desgraciadamente vivió en la época del dictador Franco, que pelaba y apaleaba a los homosexuales sólo por serlo. Pero Pipi se cuidó durante mucho tiempo de que nadie supiera su inclinación por los hombres. Aunque estás cosas no se pueden esconder mucho porque al final tienes algún desliz, equivocación o vas con la persona inadecuada, y la gente se entera. Que es lo que le pasó a él.
El disgusto que se llevó su padre (nada menos que coronel) fue de órdago. Lo excomulgó durante unos años hasta que la enfermedad y su mujer (del OPUS DEI) le hizo aceptarlo de nuevo dándole su correspondiente parte de la herencia.
Después de la muerte del coronel millonario y franquista, sus hermanos lo ignoraron. Se limitaron a decirle hola, qué tal, cómo estás, y adiós, en las comuniones, bautizos y bodas de la familia que coincidían. Y hasta hoy.

A Pipi lo desvirgó un ilustre alcalde de un pueblo de Mallorca. Un alcalde franquista, por supuesto. Millonario (para variar), con tres hijas y una mujer un poco loca. El último año de su vida acabó en el psiquiátrico. Aún recuerdo cuando no le quedaba más remedio que llevarla a las comidas que organizábamos en la casa de Pipi. La sentaba en un rincón del salón y la olvidaba. Y como estaba gorda decía que le bastaba cenar. Hay que decir que la pobre mujer ya no se enteraba de nada.
El ex alcalde, un pájaro de mucho cuidado, pero con estilo y educación, le enseñó de todo a Pipi, lo llevó por todos lugares de maricones de París, Venecia, Roma, Berlín, etc. Le descubrió la chispa de la vida, como hace la mentirosa de la Coca-cola. Y nunca importó la diferencia de edad (se llevaban veinte años) para estar veintidós años juntos. Juntos todos los fines de semana y en los viajes que organizaban, porque el ex alcalde tenía sus obligaciones con sus hijas. Todo el pueblo (incluso su familia) sabían que el ex alcalde cojeaba más que un palomo cojo, pero todos lo apreciaba y disimulaban.
En entierro estuvo presente todo el pueblo. Hubo gente que se quedó fuera de la iglesia, que no es precisamente pequeña porque estamos hablando de uno de los pueblos más importantes de Mallorca.

Pipi se quedó desconsolado sin agujero en el que meter (el ex alcalde era la mujer en la pareja) y entró en una pequeña depresión. Y gracias a mí y a mi hijo, salió de ella airoso. ¿Cómo?
Una semana después del fallecimiento del ex alcalde me invitó a cenar y me dijo que estaba fatal, que se pasaba el día pensando en el gran amor de su vida. Entonces, por decir algo, yo le dije que se fuera de viaje, como hacen en las películas. Enseguida dijo que sí, y me invitó a ir con él. Le dije que no podía gastarme dinero en viajes. Es igual, me dijo. Te lo pago todo. Es que me jode dejar a mi hijo solo, le dije porque no me apetecía ir de acompañante de Pipi. También corro con sus gastos.
En definitiva, mi hijo y yo nos pasamos dos semanas por España con gastos pagados, donde no faltaron peleas de todo tipo y de todos los colores. Mi hijo no puede tragar a Pipi, y yo a Pipi lo soporto un día, luego necesito cuatro o cinco de descanso. Imaginaros dos semanas con un franquista del PP que no hay más ley que la suya, un artista como yo con problemas de carácter jodido, y mi hijo, un genio loco e histérico, profundo e imbécil. Fueron dos semanas para haberlas grabado. Creo que no dejamos ningún insulto por decirnos. Sólo nos faltó liarnos a ostias.

Cuando Pipi volvió a Mallorca era otro hombre. No había olvidado a su anciano amor, pero sí había aceptado, gracias a nosotros, que la vida seguía y que sólo tenía sesenta años. Fue entonces cuando lo dejamos de ver una larga temporada. En el reencuentro nos contó (es muy dado a contarlo todo con pelos y señales como Mariñas) que se había desmadrado y follado a tope. Había recuperado el tiempo perdido. Se recorrió los clubs gays de toda España, sobre todo de Barcelona y Madrid. Estaba eufórico. Todos los años de represión por parte de la sociedad y de su familia, se habían ido al carajo, como el decía. Pipi era otro hombre.
Empezó a frecuentar lugares de gays de la isla y en uno de esos lugares (una sauna que hay al lado de la plaza Palou i Coll) encontró a un anciano, que era el polo apuesto de el ex alcalde, pero que tenía un pollón de esos que dicen que tienen los negros y, además, siempre en forma.
Si el ex alcalde era exquisito en el vestir, el nuevo novio era vulgar y corriente; si el ex alcalde sabía hablar perfectamente el castellano sin acento mallorquín, el nuevo novio se equivocaba hablando castellano; si el ex alcalde sabía lo que pasaba políticamente en este país, el nuevo novio tenía una cierta idea confusa. Si el ex alcalde era un señor, el nuevo novio era un payés, directamente. Ahora, eso sí, con un pollón siempre preparado y ochenta años a la espalda. Asqueroso.

Pipi odia a los chaperos y a todos los maricones jóvenes. No los soporta, por eso siempre se ha ligado viejos. Yo creo que esa actitud tendrá algo que ver con su padre, el coronel franquista. Seguro que estaba enamorado de él.
Cuando nos presentó a su nuevo novio (lo hizo con cierta vergüenza) mi mujer y yo nos quedamos de piedra, porque Pipi puede ser muchas cosas, pero es una persona con una cierta clase; la que tienen los que no tienen clase pero van a colegios buenos. Él fue al mejor y estudió la carrera en Barcelona, y de eso algo se pega.
La única conversación preferida del anciano novio, es el folleteo. Se ha casado dos veces, tiene un hijo que no sabe nada de sus andanzas gays, y ahora, quiere recuperar el tiempo perdido y está todo el día pensando en follar. A mí, particularmente me da un asco terrible sólo tenerlo cerca, pero por mi amistad con Pipi, lo soporto y no me meto con él.
Para colmo se han traído a un maricón del OPUS DEI de Barcelona, con peluquín incluido.
Exceptuando la estupenda paella de marisco que ha cocinado mi mujer, la interminable comida ha sido patética: Pipi haciendo de chica para todo (nunca amanerado); el payés hablando de sus insaciables ganas de follar (nada amanerado), delante de mi mujer sin ningún pudor; y el del OPUS DEI con peluquín (con cierto amaneramiento), contando como había conocido a Pipi en un cine de maricones de Barcelona.
Uno de los temas que se han tratado con alboroto y alegría ha sido el de la playa Es Trenc, que por lo visto el vivero del mariconeo. Un poco más lejos de la playa, entre los árboles, todos los maricones de la isla se reúnen para chupársela o dar por el culo. Pipi y el payés van cada martes, que es cuando hay más marcha.

A las seis he hecho mi manido simulacro de llamada en mi móvil y he dicho que mi madre había tenido un ataque de vértigo y teníamos que irnos. Ahora estoy escribiendo esta mierda y al mismo tiempo veo Next con Nicolas Caig.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Los hombres que no amaban a las mujeres

Carta a Marcelo, del blog Machos.

Ante todo, agradecerte que me hayas propuesto formar parte de tu blog Machos; propuesta, que por otra parte, no entiendo. Creo que no me has leído bien o no me has leído todo o no me has entendido.
Yo no soy feminista, pero tampoco machista, y eso, como digo en mi blog, no tiene nada que ver con que me haya beneficiado a cientos de mujeres... o miles (ya que estamos no vamos a quedarnos cortos).
Mi dos abuelos eran machistas, mi padre era machista, y mi hermana creo que es feminista, que es como ser machista pero al revés. También muchos de mis amigos son machistas, pero yo no lo soy. ¿Por qué? Porque creo, en general, que la mujer es superior al hombre en todos los sentidos, excepto en la fuerza física, y no siempre.
Precisamente yo puedo hacer estas afirmaciones porque he sido un triunfador con las mujeres y creo que las conozco. Si te digo que en mis años de existencia he tenido tres o cuatro problemas sin importancia con ellas, te digo mucho.
A la mujer, querido Marcelo (por cierto, tenía un amigo que se llamaba Marcello y era argentino, que las ligaba a docenas, y no era nada machista), hay que saberla conquistar. Casi todas son accesibles, simplemente hay que saber como entrarles. La psicología, la originalidad y el momento de entrarles, son claves para triunfar. Están cansadas de gilipollas sobones que repiten las frases que han oído o leído. Ellas esperan mucho del hombre, y casi siempre se quedan decepcionadas. Porque el problema no es follar, el problema es de qué coño se habla después, a parte de fumarse el cigarrillo. Esa es la clave de una relación.
Sí que hay que reconocer que los jueces tienden a dar la razón a la mujer y arruinar al hombre, pero eso no es un problema de ellas. Quizá sea que nosotros no tenemos un abogado lo suficientemente inteligente e hijo de puta, que son los efectivos, para que nos defienda.
No se puede individualizar en cuestiones de pareja porque no sale bien. Cada uno es un mundo. Desgraciadamente nunca he visto a nadie que le vaya mal con las mujeres que hable bien de ellas. Te contaré una historia corta.

Yo me enamoré (no sé exactamente el significado de enamorarse) de una morena que se hizo famosa muchos años después por ser la novia de un torero. Era una mujer que rompía, andaluza por los cuatro costados. En esa época ella era relaciones públicas de un local de moda en Palma, y tío que la conocía, tío que le tiraba los tejos. Pero la niña resultó ser todo lo contrario de lo que aparentaba: o sea, más estrecha que un chotis, como decía mi padre. No había forma de llevársela a la cama, por lo que los tíos rechazados empezaron a decir que era lesbiana.
Entonces llegué yo, duro, atractivo, y sobrado con las mujeres (no confundir con prepotente ni estúpido, todo lo contrario) y le dije lo preciosa que era, y que toda mi vida había soñado con una mujer como ella (esto hay que saberlo decir), y punto. La preciosidad, que de día trabajaba de modelo, se pensó que yo era uno más del montón. Pero se equivocó. Yo ya había decidido ligármela.
A partir de esa noche mi relación con ella fue divertida, relajada, sin rollos de sexo y de que mona eres. Así fui llevándola a mi terreno. Le permití que viera lo profundo, divertido e inteligente que era yo. Y al final, después de dos semanas y pico (yo salía cada noche) me la follé en mi Mini GT de color blanco con salpicadero de madera que mi madre me había regalado. Luego nos vimos un par de veces más y ahí se quedó la cosa. Aún hoy somos amigos. Es una mujer estupenda que está casada con un rumano y tienen un hijo.
He contado esta historia porque todos mis amigos y conocidos me decían que a la niña le iban los chochitos (perdón por la vulgaridad, pero es lo que decían). Tengo que decir que nadie nos vio juntos y, por supuesto, yo no se lo conté a nadie, excepto a mis dos mejores amigos que ni la conocían.
Así son de mierdas los tíos que no tienen suerte con las mujeres. O sea, mi querido Marcelo, creo que deberías leerte de nuevo mi blog, y, si te parece, hablamos de nuevo.

Posdata: Nunca me arrepentiré de haber conocido a mi mujer. Es una de las dos cosas mejores que me han pasado en la vida, aunque ahora esté en plan insoportable.

martes, 15 de septiembre de 2009

Lola, la película

Ya nos parecemos a los americanos, que cuando hacen una película sobre un asesino en serie, resulta que les sale la biografía de un santo. En estos momentos estoy viendo de reojo la película sobre la vida de Lola Flores, y resulta que era una santa. Vamos, una mosquita muerta.
Yo he estado con Lola Flores en tres ocasiones, y las tres han sido fiestas privadas, de treinta o cuarenta personas. Y puedo aseguraros que la Flores era todo menos una mosquita muerta. Más bien era un terremoto en todos los sentidos de la palabra. Tenía tanto arte y personalidad que le gustaba tirarse a todo el arte con personalidad. Sin ir más lejos, me tiró los tejos a mí. Eso sí, no estaba el Pescadilla.
Y como aquí puedo ser sincero, os diré que no me la tiré porque iba con una madrileña, futura actriz (luego se hizo famosilla), que quitaba el hipo. Reconozco que si hubiera estado solo, no hubiera dudado en un rollo con la Lola. Porque como dice el raro raro de Enrique Iglesias, hubiera sido, como mínimo, una experiencia religiosa. Seguramente hubiera escrito una novela sobre el polvo.
No quiero que nadie piense que escribo esto porque quiero dejar mal a Lola Flores. Nada más lejos de la realidad. La Flores era una artista de arriba abajo. Y como persona era increíble y generosa, y todas las personas que son generosas, son buena gente. Lo que pasa es que era puro arte, y no podía dar su talento a una sola persona. Toda la vida me arrepentiré de haber ido con la madrileña. Estoy seguro que hubiera tocado las estrellas con la Flores.

Y por escribir un poco más, contaré que hoy ha llovido todo el día (me encanta que llueva) y me he estropeado unos mocasines. Durante todo el verano he utilizado dos pares de zapatos; los únicos que tengo: unas náuticas y los mocasines que me compré en Madrid por 18 euros en la calle Fuencarral.
Por cierto, en el periódico me han quitado mi sección dominical y han puesto en mi lugar a un gilipollas amigo de la casa. También me han quitado los reportajes del verano. Ahora sólo me queda una sección que hay diaria para que todos los que escribimos en el periódico podamos hacerla. Por la sección pagan 30 miserables euros, el problema es que somos muchos y los artículos salen de uvas a peras.
El lunes presenté al director un proyecto que me tiraró abajo, y hoy he presentado otro que mañana me dirá cosas. En definitiva: una mierda. Ahora ya no voy a tener dinero ni para gastos. Y para colmo, la retrasada mental de mi hermana, el lunes se peleó con mi madre porque me da dinero y de comer. Hace dos días que no baja a su casa, la muy cabrona.
Mi hermana se parece mucho a mi padre, que sólo pensaba en él. Los demás no le preocupaban en absoluto, por eso murió a los 86 años después de vivir de puta madre toda su vida. Ni a mi hermana ni a mí nos dejó un duro (euro), lo gastó todo en vida, y puedo aseguraros que ganó bastante dinero sin apenas trabajar. Siempre fue empresario.
Recuerdo el día que me hicieron la circuncisión. Debía de tener dieciséis años. Me acompañó a la clínica y me dijo que iba a tomar un café. Cuando volvió de tomarse el café ya estaba yo esperándole para irnos a casa. Nunca lo olvidaré. Lo pasé fatal porque soy un cagueta.
Sus hijos le daban completamente igual… o casi igual. También hay que decir que nunca nos falto comida, ropa, buen colegio, y muy (¡muy!) poco dinero. Menos mal que nuestra madre siempre estuvo ahí, con pisos y negocio propio que daba buenos dividendos, que si no...
Mi hermana es clavada a mi padre. Sólo hay una ley: la suya. Ahora sabe que mi madre no tiene dinero para terminar el mes y no aparece. Espero, por su bien, que baje a casa de mi madre y haga las paces con la mujer, que ya tiene 84 años. Porque de lo contrario, cuando me la cruce en la escalera le voy a decir que es una mierda como persona.

Hablando de otra cosa. Mi hijo hace cuatro días que duerme con la borracha bipolar hijaputa de su ex novia. Me llama cada día para preguntarme como estoy. Yo, fríamente, le digo que bien y me despido. Hoy me ha dicho que le han ofrecido una gran exposición y que mañana posiblemente venda un cuadro y me podrá dar algo de dinero. Le he dicho que no quería dinero que indirectamente viniera de la borracha de su ex novia. Digo esto porque la compradora es una coleccionista de arte millonaria amiga de su ex.
Espero que esté un mes lloviendo.

sábado, 12 de septiembre de 2009

District 9

Ayer noche mi mujer fue a ver la función Un dios salvaje de Yasmina Reza, con Maribel Verdú y Aitana Sánchez-Gijón, y se deprimió (no puedo decir la razón porque peligraría mi anonimato). Y lo comprendo.
Cuando yo conocí a mi mujer tenía dieciocho años espléndidos y un futuro brillante. Era una triunfadora, como yo, con la diferencia que cuando yo la conocí ya estaba triunfando; quiero decir que ya ganaba dinero con su trabajo. Yo no.
La familia de mi mujer era de clase media alta. A principios de los 80 su padre tenía una cafetería por la Rambla de Cataluña que era una mina de oro. Cuando cumplió los sesenta y cinco la traspasó por una millonada. Luego lo invirtió en una constructora y perdió casi todo. A su muerte le dejó a su hija entre los veinte y treinta millones de pesetas a plazo fijo. Nunca lo he llegado a saber con exactitud porque mi mujer y yo siempre tuvimos las cuentas separadas: lo mío era de los dos y lo suyo siempre fue suyo. Así de claro. O sea, que todos los gastos durante los veintisiete años que estuvimos juntos me los cargué yo. Hasta hace un mes aún le pagaba el seguro médico.
En ese tiempo ella sólo pagó medio millón de pesetas por el arreglo del baño y embaldosar toda la casa. También hay que decir que sus padres corrieron con todos los gastos del embarazo de nuestro hijo. El mejor ginecólogo y la mejor clínica (la que murió Dalí) de Barcelona). Los mejores alimentos y la ropa más cara para el niño.
En ese tiempo yo solía trabajar y no me faltaba el dinero, que, por supuesto me lo gastaba en juergas y mujeres. Huelga decir que ella no sabía nada de mi vida nocturna.
Un año antes de que vinieran a vivir a Palma, le pedí a mi madre que me dejara vivir en el piso que ella tenía alquilado a un policía nacional. Dijo que sí por el niño y echó al policía con la excusa que yo necesitaba el piso porque me había casado. El policía tuvo que irse por ley.
Esa fue la gran equivocación de mi madre: darme el piso. No sólo no le di nunca un duro de alquiler, sino que además dejó de sacarle provecho. Creo que a partir de ese momento mi hermana me empezó a odiar. Ella estaba de alquiler un piso más abajo del mío, el de mis primas. Jodí la jubilación de mi madre, porque al morirse mi padre, su paga bajó considerablemente. Como ya he dicho, no le llega a seiscientos euros.

Hay dos cosas en mi vida que no me perdono. Una es haberle jodido la jubilación a mi madre. Tiene que vivir con unos tres euros diarios. Menos mal que está la santa de mi hermana, que le deja dinero y nunca se olvida de recuperarlo. No le perdona ni un euro a la mujer, y eso que cobra los casi dos mil mensuales, y precisamente en un trabajo que entró por enchufe. ¿Y no se imaginan quién la enchufó, a pesar suyo? Un servidor. Jamás me ha dado las gracias.
La otra cosa de la que me arrepiento, es el comportamiento que tuve con mi hijo. La noche que nació mi hijo yo me estaba tirando la criada inglesa de un amigo mío. En ese tiempo, hace veintiséis años, vivía en un precioso ático alquilado frente al edificio de mis padres. Esa mañana me despertó mi madre. (Aquí debería ir el nombre de mi mujer.) … ha tenido un niño, me dijo con la alegría justa. Mi madre nunca ha podido tragar a mi mujer.
Sin haberme enterado demasiado de que ya era padre, me duché y me fui al aeropuerto con intención de coger el primer vuelo a Barcelona. Llegué a la ciudad Condal a las once de la mañana, y cuando entré en la habitación de la clínica y vi aquel bebé tan morenito, no sentí nada absolutamente, a pesar de lo contenta que estaba mi mujer y mis suegros.
Ni siquiera lo cogí, como hace cualquier padre, a mi hijo en brazos. Me quedé mirándolo como un imbécil, sin saber qué hacer mientras que los tres no me dejaban de decir cosas como que si me gustaba el niño, que si le había visto los ojos, las manos, los piececitos.

No estaba preparado para ser padre, es evidente. Y no sólo eso. Hasta que el niño cumplió los tres añitos no supe abrazarlo, ni cogerlo, ni hacerle carantoñas. Nunca le cambié un pañal ni le di el biberón, pero poco a poco fui adorando a aquel niño que crecía por momentos. Pero esa adoración no me hizo ser mejor padre. A mí me habían educado a golpe de gritos, castigos, algún que otro correazo, y sin mucho cariño (sobre todo por parte de mi padre). Eso me debió de dejar tocado. Prácticamente me eduqué en el cine. Desde los seis años mi madre me llevaba al cine, y cuando dejó de hacerlo, continué yo, pero eso es otra historia que otro día contaré.
Lo cierto es que yo también eduqué a mi hijo a gritos, castigos e incluso pegándole zapatazos en el culo. Recuerdo que cuando me hacía cabrear mucho lo cogía del cuello como Homer coge a Burt. Sólo recordarlo me da vergüenza. Me siento un ser rastrero.
Yo, que soy un defensor acérrimo de los niños; yo, que caparía y metería en la cárcel de por vida a los pederastas y violadores. Yo, que un día yendo por la calle vi a un hijo de puta pegar dos tortazos a un niño y tuvieron que quitármelo porque sino lo mató. ¿Qué más puedo decir para justificarme?
No eduqué bien a mi hijo. Sé que me adora y mataría por mí, pero me perdí su infancia, su juventud, y ahora que lo había recuperado, se autodestruye poco a poco.
¿Quién tiene la culpa? Supongo que su madre y yo. Porque los padres siempre tienen la culpa de las desgracias de sus hijos. El ochenta por ciento de los padres no están preparados para tener descendencia. Habría que pasar por un test antes de tener hijos. El mundo iría mejor.

Esta tarde mi madre me ha dado siete euros y me ido a ver District 9 del director Neill Blomkamp y producida por el genial Peter Jackson. Me ha parecido una película fantástica, original e innovadora. Una dura crítica contra los racistas hijoputas de todo el mundo. El ser humano es lo peor que pisa la tierra, es una evidencia. Y si no se lo cree alguien, ahí está la historia para demostrarlo..


miércoles, 9 de septiembre de 2009

Mi vida en ruinas

Esta tarde estaba tan amargado que me he metido en la única película que aún no he visto: Mi vida en ruinas, producida, nada más y nada menos, que por Tom Hanks. Si el Antichristo era una paja mental de Von Trier, Mi vida en ruinas es un merengue asqueroso perjudicial para la salud. Me quedo con la de Von Trier. ¿Cómo puede un tío como Tom Hanks producir una cosa así habiendo hecho tan buenas películas? Los americanos nunca dejan de sorprenderme.
Por cierto, hay un momento en que Richard Deyfrus tiene que recurrir a las pastillas (incluso dice la marca) para tirarse a las dos españolas del grupo de turistas interpretadas por dos actrices españolas.
Hace dos años, cuando mi médico me dijo que no empalmaba porque tenía una depresión de caballo, me aconsejó, precisamente, la misma marca de pastillas que dice Deyfrus en la película. Le dije, todo ofendido y acojonado, que no, que volvería a empalmar sin ayudas externas. Y la verdad es que actualmente consigo empalmar algo, pero nunca del todo, y, además me dura muy poco. Por eso tengo que ir rápido cuando hago (de uvas a peras) el amor con mi mujer. Pero yo tengo confianza en que algún día mi pene vuelva a ser el de antes.
Si uno se para a pensarlo, después de haberme follado a cientos de mujeres, que ahora me pase esto, es de risa.
Un amigo de mi padre, que yo apreciaba como si fuera de la familia, engañó toda su vida a su mujer. Tenía la desfachatez de llevar en su cartera las fotos de sus amantes para enseñarlas a sus amigos. Y cuando hablabas con él, su tema predilecto eran las mujeres. Y sin vergüenza alguna, te contaba todo tipo de detalles de sus escarceos sexuales. La verdad es que se hacía pesado.
La última vez que lo vi fue en Palma. Debía de tener los ochenta años y se conservaba, que ni te cuento. Parecía el mismo Clark Gable, con bigotito incluido. Y recuerdo que me enseñó la foto de su última amante para luego contarme lo caliente que era y las guarradas que le hacía.
Dos meses después de ese encuentro su esposa llamó a mi madre para decirle que a su marido le habían detectado un cáncer de testículos. A partir de ahí su vida fue deteriorándose y terminaron extirpándole testículos y pene; meaba por un tubo. Tardó un año en morirse.
Esta historia la he contado porque el bueno del amigo de mi padre, que era un tío cojonudo y muy buena persona (si se le perdona lo de poner los cuernos toda su vida a su mujer), podría haber muerto de pulmonía o de lo que fuera, no precisamente de cáncer de testículos y, en consecuencia, le tuvieran que extirpar el pene, que tanto utilizó en vida.

Hasta hace unos veinticinco años yo creía ser un adicto al sexo porque me intentaba ligar todo lo que llevara faldas, pero me equivocaba; me lo dijo un psicólogo. Lo que me pasaba es que tenía inseguridad y un gran complejo de inferioridad, que curaba conquistando mujeres. Por eso, desde cuando me levantaba hasta que me iba a acostar, intentaba ligar. Era una obsesión. Menos paralíticas, muy gordas o muy feas, todo me iba bien, a todas les encontraba su encanto. Era un auténtico Casanova. Eso sí, en cuanto me las tiraba, dejaban de verme.
He dicho que me he tirado cientos de tías, quizá haya quedado corto, habrán sido más de mil, por lo menos. Porque cuando realmente dejé a un lado esa obsesión por conquistar (el psicólogo me dijo que era un milagro) había cumplido los cuarenta y no tenía ni una amiga. Todas me odiaban. Fue a partir de entonces cuando empecé a disfrutar de las mujeres, de su inteligencia, de su amistad, de su generosidad, y un millón de cosas más. La mujer es superior al hombre en casi todos los sentidos y, sobre todo, en la inteligencia.
Ahora ya ni me masturbo y pienso muy poco en el sexo. Lo único que no puedo reprimir es mirar a las mujeres bonitas por la calle. Así es la vida. Espero que algún día mi pene sea el de antes, pero si no lo es, tampoco me moriré. Tengo cosas más importantes en que pensar.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Enemigos públicos

Ayer, viernes, después de desayunar con mi madre, me pasé la mañana tumbado en la cama leyendo La hora del vampiro de Stephen King, libro que me ha apetecido revisar y lo he recuperado de mi biblioteca. Absoluta obra maestra a pesar de muchos críticos de mierda.
A la una y media bajé a casa de mi madre y me comí medio melón, miré las noticias en Tele 5 y subí de nuevo a mi casa para tumbarme en la cama y seguir leyento al genial Stephen King, a pesar de que a muchos críticos de mierda les joda. A las cuatro y media ya estaba sentado en una butaca de la prácticamente sala vacía de la Sala Rívoli viendo a Johnny Depp en Enemigos Públicos.
Una película más de las muchas que hacen los americanos mitificando asesinos en serie. para que las nuevas generaciones puedan copiarlos. La primera hora de guión está bien, la segunda aburre, pero con todo y eso es muy entretenida. Excelente dirección de Michael Mann y de sus actores.
Por la noche, una amiga francesa de nuestro hijo nos invitó a cenar en casa de su madre, que también es francesa, porque ésta quería conocerme (resultó ser una antigua admiradora mía). También estaban invitados un periodista con su mujer y su hijo, un joven pintor amigo de mi hijo, mi hijo y un amigo y el hermano de la amiga de mi hijo. Estos tres últimos ni aparecieron, y nosotros (mi mujer y yo) llegamos tres cuartos de hora tarde porque nos peleamos unas cuantas veces antes de llegar a la casa, ubicada a veinte kilómetros de Palma.
La casa de la madre de mi amiga es de rica, de esas que los pobres sólo la podemos tener en sueños. Piscina grande, jardín grande, dos pastores alemanes traídos de Berlín grandes, decoración totalmente moderna y funcional con grandes ventanales, y tres gatos siameses. En definitiva: impresionante. Basta decir que la cocina era como la mitad de mi piso. Sólo faltaba el servicio, pero se le había dado libre para tener más intimidad.
Hemos cenado en un gran terraza con toldo de lona blanca y rodeados de vegetación, una pasada para el olfato, la vista y el espíritu. Nos rodeaba el silencio ruidoso de la noche de campo. Hemos bebido buen vino, buen whisky y la comida ha sido una auténtica bazofia. Eso sí, la cubertería pa cagarse de bonita y cara. Muy moderna, ella.
Yo, que soy un buen gourmet y un sibarita en lo del comer, no entiendo como se puede cocinar tan mal y presumir de hacerlo bien, no llego a comprenderlo. La mayoría de la gente no tiene paladar. Yo tengo amistades que van a restaurantes carísimos, porque se lo pueden permitir, a deleitarse con manjares divinos, y luego en su casa no distinguen un goulash de comida para perros. No tienen paladar.
La cena la han hecho ellas dos: madre e hija, y es una pena no haber fotografiado el estado en que han dejado la preciosa cocina. Valía la pena ver la guarrería y el desorden que reinaba. Y, en el centro de la mesa de la cocina, de cuatro metros por uno y medio, un puto gato siamés de color marrón, , rodeado de tomates, pepinillos, platos sucios, salsas y quesos franceses, botellas de buen vino francés y de Rioja, durmiendo y pasando de todo. Juro que no miento. Hoy las del servicio habrán blasfemado al ver el estado de la cocina. Aunque debe de estar acostumbrado a semejante desastre.
Yo me considero una persona limpia y, sobre todo cocinando, y cada día me dan más manía la gente sucia. Por eso, suelo comer en casas sólo cuando conozco a la persona que cocina, a no ser que vaya a un restaurante y me sea imposible conocer al cocinero.
Por eso en la cena comí muy poco por el delicado estado de mi estómago; esa es la excusa que normalmente utilizo cuando me da asco lo que veo. Y claro está, que cuando he entrado en la cocina de las francesas, he tenido que disimular mucho y reprimirme para no decirles a las dos guarras.
El primer plato era gazpacho, que no lo he probado. El segundo era una copiña con marisco dentro que no sabía a nada, pero que he tenido que comer. Lo hecho sin manía porque estaba recién salido del horno, que no deja nada que se mueva vivo.. El tercer plato ha sido frío: unos pimientos de piquillo rellenos de marisco. Ni los he probado. Y el cuarto plato ha sido una carne con una pinta horrible acompañada de verduras medio crudas. Sólo sabía a pimienta, sal y especies. Menos mal que no he parado de beber buen vino y después champán, porque de lo contrario hubiera vomitado en la piscina.
Por mucha casa y por mucho dinero que tengas no puedes hacer una cena tan lamentable aunque sea servida en una cubertería de reyes. Madre e hija, muy simpáticas y agradables, pero la cena horrible. Menos mal que mi mujer ha dicho que se tenía que levantar a las siete para ir a trabajar, que si no me tiró a la piscina.
Llegué a mi casa a la una, me desnudé hasta quedar en calzoncillos y me subí al terrado con Paris. Enchufé la manguera y nos bañamos los dos con agua fresca. Después fumé un cigarrillo mirando el parque y pensando lo engañada que vive la mayoría de la gente.

martes, 1 de septiembre de 2009

EXPEDIENTE 39

Mi mujer y yo tenemos un disgusto de cojones porque nuestro hijo ha vuelto con una antigua novia suya, una falsa pija, alcohólica, bipolar, tonta y violenta. No sé de las cuatro cosas es la peor.

Me hacen reír esos que siempre acusan al hombre de los malostratos. Conozco a muchos hombres que tiemblan cuando su mujer los mira. Tengo un amigo al que su mujer le pegaba cuando salía conmigo. Esperaba a que llegase de madrugada, cuando los niños estaban durmiendo, y le atizaba de lo lindo. Luego mi amigo se excusaba con que no quería pegarle. Llevan trainta años casados.
Yo mismo tuve un lío con una holandesa que estaba para mojar pan, pero cuando llevaba cuatro cuba-libres, empezaba a insultar a todos los tíos que se le cruzaban. Me pasaba las noches pidiendo disculpas hasta que la mandé a tomar por culo. Cuando hice eso, me dio una hostia con el puño cerrado en la oreja que casi pierdo el tímpano. Aquella noche huí. Me estuvo llamado durante casi cuatro meses y me escribía cartas amenazándome de muerte. Se llamaba Helen y tenía unas de las piernas más bonitas que he visto en mi vida, exceptuando las de mi mujer.

La última vez que cene con la novia de mi hijo y otra gente, antes de que se rompieran nuestras relaciones definitivamente, tiró la copa llena de vino a un pintor amigo de mi hijo que estaba sentado en frente de ella. Sólo porque le dijo que estaba bebida, que de hecho lo estaba.
Era un restaurante caro y mi hijo no hizo nada al respecto y encima se cachondeó. Yo salí en defensa del pintor. Resultado: mi hijo se pasó un montón conmigo y yo para no partirle la cara, me largué.

Llegaron a estar seis meses juntos, viviendo en casa de ella, un apartamento de diseño en el centro de la ciudad. Borracheras de dos y tres días, violencia día sí y día no, y el numerito en todos los sitios que iban.
Y la violencia no viene por parte de mi hijo, que es pacifista y está en contra de ella, la violenta es ella que todo lo que tiene de pequeña lo tiene de hija de puta. Cuántas veces hemos visto a nuestro hijo con profundos arañazos y golpes impresionantes en cara y cuerpo.
Una noche le pegó un empujón para defenderse y a la tía tuvieron que ponerle nueve puntos en la cabeza. Al día siguiente no se acordaba de nada. Otro día le dijo a mi hijo que mi mujer, o sea su madre, le había contado que se había ido de fin de semana con nuestro amigo Fernando.
Sí, es verdad que mi mujer se fue un fin de semana, pero tuve que suplicarle para no acompañarla porque íbamos a dormir en casa de su amiga Lourdes, una buena chica pero insoportable. Este viaje la novia de mi hijo lo aprovechó para hacernos daño. Podría estar contando cosas hasta mañana pero no vale la pena.
Lo gracioso es que por las tardes, cuando se le ha pasado el resacón, está encantadora y fresca como una lechuga. Por cierto, la novia de mi hijo nunca sale a la calle sin maquillar y sin arreglar. Nunca, bajo ningún concepto.

Cuando mi hijo se dio cuenta del peligro que corría estando con ella (tardó seis meses aunque yo le dije, al mes de salir con ella, que en cuanto pudiera escapase), le dijo a la tía que quería dejarlo. Entonces empezó el infierno.
Un mediodía mi hijo me llamó para pedirme que fuera a buscarlo inmediatamente. Lo recogí en la plaza de La Tortugas con dos bolsas llenas de ropa y el ordenador. Estaba asustado, y eso que mide 1,85 cm. y tiene una fuerza impresionante. Ella mide 1,60 cm. y no tiene media hostia.

Las siguientes tres semanas fueron terribles, estuve a punto de denunciarla por acoso o lo que fuera, pero por mi hijo no lo hice. Al mes y medio dejó de molestarnos. Y ahora, después de tres meses sin verla, mi hijo se presentó con ella en casa porque se creía que yo estaba haciendo un reportaje. Los dos llevaban un pedo importante.
En casa sólo entró él, y a duras penas me dijo que venía con una tía y que se iba al ático. Yo no puse ninguna pega. La noche siguiente, o sea el domingo, volvió en mejor estado con la misma chica. Al menos es lo que me dijo, y el lunes me encontré con un amigo suyo que me dijo que esa chica que había llevado al ático era su ex novia, la borracha.

Lo único bueno que tiene la novia de mi hijo es que es guapa y atractiva; todos los tíos se la quieren tirar. Es bajita con unas buenas tetas naturales y piernas largas. Tiene un cierto parecido a Pamela Anderson en castaño oscuro.
Su madre es peluquera en una residencia de ancianos, y su padre es alcohólico sin paro, pero cuando uno la conoce, se cree que es una pija auténtica. Viste como una pija y habla como una pija. El papel lo ha estudiado bien estudiado.
Cuando me la presentó mi hijo ella me contó, sin yo preguntarle nada, que su madre tenía una cadena de peluquerías y su padre era un millonario que se pasaba la vida viajando por el mundo. La verdad es que me cayó bien.

Ahora nos enfrentamos de nuevo a una relación tormentosa llena de peligros que no sé cómo acabará. Dentro de la desgracia, es que la echaron del piso por falta de pago y ahora vive con su madre. Sé que se ha puesto a trabajar de comercial, que es lo suyo, y que se medica por su bipolaridad. Esto hasta hoy. Que no quiere decir que esta noche me la puedo encontrar borracha perdida montando el numerito en cualquier bar elegante de pijos.
De nuevo, gracias a la borracha, mi hijo y yo nos limitamos a saludarnos y nada más. Cada noche sale y viene a las tantas, y siempre de malhumor. Por las mañanas duerme hasta las doce y media o una y luego se va a comer al restaurante del que ya he hablado. Está esperando levantar un gran negocio (que no puedo decir que tipo de negocio es) con su amigo Luis.

La mala suerte parece que se ha cebado en mí. No tengo ni 18 euros para sacar los papeles del coche que se han perdido. Cada día mi madre me da de cinco a veinte euros para ir a Mercadona o a El Corte Inglés a comprar alguna cosa de alimentación. Y cada día me suelo quedar uno o dos euros. A is cincuenta y seis años, sin haber ido en mi vida a comprar al mercado, ahora soy un experto. Lamentable, pero es así.

La verdad es que si este blog lo leyeran mis buenas y malas amistades se quedarían de piedra. La existencia de este blog no la sabe nadie, y espero que siga a sí. De lo contrario no podría escribir con la sinceridad que lo hago y perdería muchas amistades. La verdad es que mi médico tenía razón al decirme que me creara un blog para escupir todo lo que llevo dentro. No es que haya cambiado nada en mí, pero al menos tengo una pequeñísima necesidad de escribir esta mierda, que ya es algo.

Posdata: Ayer estuve viendo Expediente 39 de la encantadora Renée Zellweger y me pareció una película muy entretenida con sus sustos correspondientes y su final, dentro de lo que cabe, original.