sábado, 12 de septiembre de 2009

District 9

Ayer noche mi mujer fue a ver la función Un dios salvaje de Yasmina Reza, con Maribel Verdú y Aitana Sánchez-Gijón, y se deprimió (no puedo decir la razón porque peligraría mi anonimato). Y lo comprendo.
Cuando yo conocí a mi mujer tenía dieciocho años espléndidos y un futuro brillante. Era una triunfadora, como yo, con la diferencia que cuando yo la conocí ya estaba triunfando; quiero decir que ya ganaba dinero con su trabajo. Yo no.
La familia de mi mujer era de clase media alta. A principios de los 80 su padre tenía una cafetería por la Rambla de Cataluña que era una mina de oro. Cuando cumplió los sesenta y cinco la traspasó por una millonada. Luego lo invirtió en una constructora y perdió casi todo. A su muerte le dejó a su hija entre los veinte y treinta millones de pesetas a plazo fijo. Nunca lo he llegado a saber con exactitud porque mi mujer y yo siempre tuvimos las cuentas separadas: lo mío era de los dos y lo suyo siempre fue suyo. Así de claro. O sea, que todos los gastos durante los veintisiete años que estuvimos juntos me los cargué yo. Hasta hace un mes aún le pagaba el seguro médico.
En ese tiempo ella sólo pagó medio millón de pesetas por el arreglo del baño y embaldosar toda la casa. También hay que decir que sus padres corrieron con todos los gastos del embarazo de nuestro hijo. El mejor ginecólogo y la mejor clínica (la que murió Dalí) de Barcelona). Los mejores alimentos y la ropa más cara para el niño.
En ese tiempo yo solía trabajar y no me faltaba el dinero, que, por supuesto me lo gastaba en juergas y mujeres. Huelga decir que ella no sabía nada de mi vida nocturna.
Un año antes de que vinieran a vivir a Palma, le pedí a mi madre que me dejara vivir en el piso que ella tenía alquilado a un policía nacional. Dijo que sí por el niño y echó al policía con la excusa que yo necesitaba el piso porque me había casado. El policía tuvo que irse por ley.
Esa fue la gran equivocación de mi madre: darme el piso. No sólo no le di nunca un duro de alquiler, sino que además dejó de sacarle provecho. Creo que a partir de ese momento mi hermana me empezó a odiar. Ella estaba de alquiler un piso más abajo del mío, el de mis primas. Jodí la jubilación de mi madre, porque al morirse mi padre, su paga bajó considerablemente. Como ya he dicho, no le llega a seiscientos euros.

Hay dos cosas en mi vida que no me perdono. Una es haberle jodido la jubilación a mi madre. Tiene que vivir con unos tres euros diarios. Menos mal que está la santa de mi hermana, que le deja dinero y nunca se olvida de recuperarlo. No le perdona ni un euro a la mujer, y eso que cobra los casi dos mil mensuales, y precisamente en un trabajo que entró por enchufe. ¿Y no se imaginan quién la enchufó, a pesar suyo? Un servidor. Jamás me ha dado las gracias.
La otra cosa de la que me arrepiento, es el comportamiento que tuve con mi hijo. La noche que nació mi hijo yo me estaba tirando la criada inglesa de un amigo mío. En ese tiempo, hace veintiséis años, vivía en un precioso ático alquilado frente al edificio de mis padres. Esa mañana me despertó mi madre. (Aquí debería ir el nombre de mi mujer.) … ha tenido un niño, me dijo con la alegría justa. Mi madre nunca ha podido tragar a mi mujer.
Sin haberme enterado demasiado de que ya era padre, me duché y me fui al aeropuerto con intención de coger el primer vuelo a Barcelona. Llegué a la ciudad Condal a las once de la mañana, y cuando entré en la habitación de la clínica y vi aquel bebé tan morenito, no sentí nada absolutamente, a pesar de lo contenta que estaba mi mujer y mis suegros.
Ni siquiera lo cogí, como hace cualquier padre, a mi hijo en brazos. Me quedé mirándolo como un imbécil, sin saber qué hacer mientras que los tres no me dejaban de decir cosas como que si me gustaba el niño, que si le había visto los ojos, las manos, los piececitos.

No estaba preparado para ser padre, es evidente. Y no sólo eso. Hasta que el niño cumplió los tres añitos no supe abrazarlo, ni cogerlo, ni hacerle carantoñas. Nunca le cambié un pañal ni le di el biberón, pero poco a poco fui adorando a aquel niño que crecía por momentos. Pero esa adoración no me hizo ser mejor padre. A mí me habían educado a golpe de gritos, castigos, algún que otro correazo, y sin mucho cariño (sobre todo por parte de mi padre). Eso me debió de dejar tocado. Prácticamente me eduqué en el cine. Desde los seis años mi madre me llevaba al cine, y cuando dejó de hacerlo, continué yo, pero eso es otra historia que otro día contaré.
Lo cierto es que yo también eduqué a mi hijo a gritos, castigos e incluso pegándole zapatazos en el culo. Recuerdo que cuando me hacía cabrear mucho lo cogía del cuello como Homer coge a Burt. Sólo recordarlo me da vergüenza. Me siento un ser rastrero.
Yo, que soy un defensor acérrimo de los niños; yo, que caparía y metería en la cárcel de por vida a los pederastas y violadores. Yo, que un día yendo por la calle vi a un hijo de puta pegar dos tortazos a un niño y tuvieron que quitármelo porque sino lo mató. ¿Qué más puedo decir para justificarme?
No eduqué bien a mi hijo. Sé que me adora y mataría por mí, pero me perdí su infancia, su juventud, y ahora que lo había recuperado, se autodestruye poco a poco.
¿Quién tiene la culpa? Supongo que su madre y yo. Porque los padres siempre tienen la culpa de las desgracias de sus hijos. El ochenta por ciento de los padres no están preparados para tener descendencia. Habría que pasar por un test antes de tener hijos. El mundo iría mejor.

Esta tarde mi madre me ha dado siete euros y me ido a ver District 9 del director Neill Blomkamp y producida por el genial Peter Jackson. Me ha parecido una película fantástica, original e innovadora. Una dura crítica contra los racistas hijoputas de todo el mundo. El ser humano es lo peor que pisa la tierra, es una evidencia. Y si no se lo cree alguien, ahí está la historia para demostrarlo..


10 comentarios:

Álex dijo...

Me ha encantado tu blog. Ya mismo va a mi lista de favoritos. Un saludo!

ALX

Alía Mateu dijo...

No están preparados para tener descendencia, de eso mismo hablaba esta mañana en el Starbucks con un amigo. Mis padres tampoco estaban preparados, yo fui un fallo de condón o una locura fruto de una siesta calentorra.
Al no estar preparados, mi padre trabajaba todo el día, tiene una empresa que maneja, una empresa de reformas, y nos da de comer.
Mi madre fue la psicologa gratuita de todas sus amigas, así que no tuvo nunca más de una hora al día para mi.
Suerte que tengo un hermano 9 años mayor que es el que me ha criado, de él he aprendido casi todo, lo demás, pues, a ti te lo dio el cine, y a mi me lo han dado los libros.

Ahora obviamente quiero a mis padres, pero no tengo esa confianza que tienen mis amigas con los suyos. Tampoco me molesta, he sabido crecer como cualquier otra.

Por cierto, la película esa me gustó mucho, tiene su rollo.

Nebroa dijo...

Me ha gustado leerte... y me gusta la sensación de saber que aquí siempre habrá algo que decir

Unknown dijo...

Pues sí, somos un cáncer para el planeta solo sabemos hacer daño, aun sin querer, pero no he visto la peli. No se que mas decir, aun sabiendo que nadie necesita que diga nada, pero bla, bla: Quizás que mirar atrás ayuda a no volver a cagarla, aunque yo siempre pise la misma mierda supongo que a alguien le funcionara la chorrada que he dicho… a mí no, creo que muchos chafamos la misma plasta.

Unknown dijo...

Permiso:
Por un lado, siento que este espacio te està permitiendo hacer catársis de todas aquellas cosas, que hoy, reconoces como no buenas: como errores.
Esto es importante ya que uno de ese modo, puede pensar en remediarlos y aunque a veces parezca que es tarde, creo que no siempre es así.
Con respecto a los hijos, nadie tiene un título o diploma de padre. No creo que se aprenda jamás a ser un buen padre, ya que antes que ellos, somos seres humanos y, como tales, nos equivocamos.
Si a partir de hoy, te dedicaras a mimar a tu hijo, por todo lo que no lo has hecho hasta ahora, tal vez logres sentirte mejor y que él se sienta de igual modo.
Todo está en que te lo propongas con firmesa. Cada día de tu vida, al levantarte, mirarte al espejo y decirte a vos mismo: "hoy seré mejor que ayer".
Esto, tiene que servir, no solo para ser mejor padre, sino además, mejor hijo y mejor esposo.
Fue duro leerte, pero valoro tu sinceridad.
Si yo estuviese pariendo y mi marido se esta acostando con otra mujer, creo que no se lo perdonaría en mi vida y ojo, que tengo un pensamiento amplio y particular con respeco a la infidelidad, pero en tu caso y en esa situación, no tiene perdón.

Gracias por visitarme.
Espero, nos sigamos leyendo.
No es fácil, pero con tenacidad y convicción, se logran muchas cosas.

ADENOZ dijo...

DonParís:
Quisiera que me escribiera a mi mail: gatakala@hotmail.com
Tengo una propuesta para hacerle. No, no es indecente, lo siento.
No insista, soy un tipo serio.
Terminela hombre! No soy de ésos!

Paris Quelart Budó dijo...

María, he sido un auténtico cerdo con las mujeres, en especial con mi mujer (no estoy hablando de violencia), y ahora creo que lo estoy pagando.
Y te voy a decir una cosa: me conformo porque me siento culpable.
como tú dices, si yo estuviera cuidando a mi madre enferma (por ejemplo) y mi mujer se estuviera tirando a otra, nunca se lo perdonaría.
De todas formas, mi mujer no lo sabe.

gabriel tren dijo...

Estimado París : gracias por tu comentario en mi exiguo artículo del teleférico de Barcelona.
Qué bueno el comentario ( ¿ de la película ? ) de District 9, me suponía que el tema sería el racismo.Si ya pensaba ir a verla, me has terminado de convencer.
Pienso que nos veremos, cada tanto en tu blog, , por lo menos compartimos algunos errores vitales y algunos gustos literarios.
Saludos, gabriel

Anónimo dijo...

que cabeza tenes tio, de donde inventas todas estas historias, o crees que nos creemos estas supuestas peripecias de tu vida, ajjaja felicidades serias el guionista perfecto

Paris Quelart Budó dijo...

Hola, Anónimo, ¿sabes de algún productor que me contrate de guionista?