jueves, 25 de marzo de 2010

Zoilo Pollés

Sigo de conserje de noche en el hotel. Duermo casi toda la noche delante de la televisión que hay en el salón. El hotel está lleno de viejos, y cada dos por tres hay que llamar a la ambulancia para que se lleve a alguno. La mayoría son bordes y antipáticos y se creen que todos tenemos que estar a su servicio. A la puta mierda, les digo yo en castellano y no me entienden.
Ya estoy corrigiendo por segunda vez mi gran novela con el título Zoilo Pollés. ¿Os gusta?
¿Hay alguien ahí?

miércoles, 17 de febrero de 2010

Conserje de noche

Sigo de conserje de noche o de guarda de noche o de desgraciado que cuida que ningún gilipollas entre en el hotel sin permiso. No hay nada qué contar. Mucha televisión: documentales, películas, Españoles en el mundo, y dormir, mucho dormir. No salgo del pozo.De todas formas este blog de mierda lo leen cuatro (uno de ellos eres tú). No creo que haya sido una buena idea escribirlo, y, sobre todo, cuando echo un vistazo a otros blogs incomprensiblemente muy frecuentados.Siempre he creído que el 70% de la humanidad es como un rebaño de becerros (antes que yo lo han dicho muchos genios y no pueden estar todos equivocados), y la verdad es que esos becerros no me están defraudando, siguen en su linea. O sea, becerros.
Suerte.

domingo, 7 de febrero de 2010

ANNA

Tengo un poco dejado lo de esta mierda de blog que no me sirve para nada. Hace dos noches me intenté tirar a una tía de sesenta años, de muy buen ver, y apenas empalmé.
No sé cuando voy a salir de este agujero del que estoy metido. Al final, cuando quiera follar como he follado toda mi vida, tendré que medicarme la depresión. Y eso me jode mucho porque soy antifármacos.
Como habréis podido deducir (los que aún deduzcáis) sigo de conserje de noche en el hotel de mi amigo, que por cierto, está en Cuba follándose niñas de veinte años... o menos, vete tú a saber con lo degenerado que es.
Aquí las noches son demasiado tranquilas, excepto las que tengo que llamar a la ambulancia para que se lleven a algún viejo/ja moribundo. Casi todos vuelven y siguen con sus juergas, pero alguno ya ni vuelve. Desde que estoy aquí ya se ha largado al Más Allá uno.
A lo que iba. Hace una semana entró en el hotel Anna (es su verdadero nombre) con su amiga gorda, de al menos cien kilos. Ahora me acuerdo de una aventura que tuve con una veterana holandesa y su amiga de cien kilos, pero eso es otra historia.
Desde el primer momento le caí bien a Anna, que me tiró los tejos sin perder tiempo. Pero como yo ya no follo ni con mi ex mujer (no sé si la puedo llamar ex) tenía miedo a fallar. Porque para colmo tampoco me masturbo. O sea, un desastre. Pero la otra noche regresaron al hotel sobre las dos de la madrugada bastante bebidas.
La gorda se fue a la habitación y Anna me pidió si le podía vender un whisky. Aunque no se pueden vender bebidas por la noche, le dije que sí. Pasamos al salón, se lo serví, nos sentamos y empezamos a hablar en medio español, medio inglés y por señas. Vamos, una mierda. Al final, aburrida de que no le metiera mano, me beso metiéndome la lengua hasta el ombligo.
En principio yo empalmé un poco, y la verdad es que me alegré, pero cuando me la sacó para chupármela, la erección no era completa. Me corrí en su boca a los cinco minutos y se tragó el semen. Luego me puso un condón e intentó metérsela sentada encima de mí, pero no hubo manera, no estaba lo suficiente dura. Frustrado le dije que lo sentía mucho, ella pareció no enfadarse y se masturbo delante de mí sin problema alguno.
Me recordó a una belga preciosa que me ligue treinta años atrás. Cuando terminaba de pegar el primer polvo, se lo montaba masturbándose sola. Era fantástico que no me exigiera nada. Yo soy hombre de un polvo.
En fin, Anna regresó a su Londres ayer. Me ha dicho que me escribirá e-mails. Parece mentira lo bien que se conservan algunas mujeres. Por ejemplo, Anna, que, según ella, no hace ejercício y como lo que quiere.

Este texto no está corregido.

miércoles, 20 de enero de 2010

Sherlock Holmes

Tengo una noticia dramática, he encontrado trabajo como conserje de noche en un pequeño hotel en tercera línea de playa. No se parece nada al hotel donde trabajaba Dik Bogarde en la película El portero de noche, pero es un hotel.
Resulta que me encontré a XF por la calle. Hacía que no lo veía unos cinco o seis años. XF es mallorquín, aburrido, franquista, inculto y amasó una fortuna en los 1960 construyendo hoteles en los terrenos que heredó de su mujer, que era la que tenía el dinero. Él era el hijo del barbero de su barriada.
De joven se metió de camarero en un hotel y como era agraciado físicamente, conquistó a la hija del dueño, que era un cardo borriquero. Nunca tuvieron hijos, el padre de ella murió a los sesenta años y, siete meses después, murió ella de una embolia. Calló fulminada en el hall del hotel.
XF heredó el hotel y los terrenos colindantes a él donde construyó más hoteles. Si no me equivoco llegó a tener dieciséis o diecisiete hoteles, que con el tiempo ha ido vendiendo, menos el primero, el que entró de camarero y conoció a su mujer.
Ahora tiene setenta y cinco años y se aburre como una ostra. No lee ni periódicos, no ve cine ni teatro, y después de comer ya no se mueve de delante del televisor hasta que se va a dormir. Tiene un jardinero, un cocinero, y una rusa de treinta y pico de años, de muy buen ver, que lo mantiene activo sexualmente.

Me lo encontré en una plaza que hay cerca de mi casa y me invitó a un café, luego a comer, y terminamos en su hotel bebiendo Chivas. Allí me dijo que le había dejado colgado el conserje de noche. Entonces yo le mentí diciéndole que me pasaba las noches escribiendo una novela y que para estar escribiendo en mi casa podía estar escribiendo en la recepción.
Tengo que aclarar que el hotel de XF tiene tan solo cien habitaciones repartidas en un edificio de más de cincuenta años rodeado de un bonito jardín. Permanece todo el año abierto porque el ochenta por ciento de su clientela es gente mayor inglesa y española. Son clientes de toda la vida, como dice él.
XF ha aceptado mi proposición y me pagará mil euros al mes por ser yo, porque al que lo dejó colgado le pagaba ochocientos. Todos los días menos los miércoles de nueve a ocho: once horas. Y como piensa que yo no tengo problemas económicos, no me asegura el muy hijo de puta.
Sólo le he puesto una condición: poder traer a Máxico. Y a él, como le encantan los animales, de hecho tiene dos perros, me ha dicho que sí mientras no haga sus necesidades en el hotel.
Y aquí estoy, escribiendo esta mierda a las cuatro de la madrugada en una recepción de cuatro metros por cuatro en un hall relativamente pequeño, desde donde veo la pequeña piscina débilmente iluminada, la entrada a la cafetería, el principio de las escaleras, los ascensores y la puerta de entrada. Todo a semioscuras, sólo una lámpara de pié ilumina el hall. Los muebles son centenarios, parece que estás en los 1960.
Estoy aquí desde el 7 de enero. Huelga deciros mi estado de ánimo. Si pudiera beber estaría borracho. Me he traído el ordenador pero duermo la mayoría de la noche. Al ser los clientes octogenarios no molestan mucho. Desde que estoy aquí he tenido que llamar dos veces a la ambulancia para que vinieran a buscar a dos de ellos. Pero por lo demás, nada qué hacer. Sobre las once doy una vuelta al perro por el jardín, y a las doce estoy prácticamente solo. Cierro la puerta de la entrada y me pongo a ver la televisión en el hall. Allí me quedó dormido en un mullido y enorme sillón de color verde oscuro con olor a viejo. México duerme en el otro sillón. Sobre las dos apago la televisión y me tumbo en el sofá tapándome con dos mantas y me quedo frito hasta las siete que suena el teléfono.
Cada mañana, a las siete en punto me despierta XF para preguntarme cómo va mi novela. Yo le digo que de puta madre, que no hace ni cinco minutos he apagado el ordenador. Yo no sé si se lo cree, pero se lo digo. Luego enciendo la cafetera y me hago un café con leche descafeinado y me como una magdalena y fumo un cigarrillo hasta que a las siete y media aparecen las mujeres de la limpieza.

Sobre las ocho y media llego a la casa de mi madre para desayunar otra vez con ella. Luego doy una vuelta a México por el parque y termino en mi casa tumbado en el sofá leyendo o escribiendo algún artículo para el periódico.
Las relaciones con mi mujer van muy mal. Está desconocida y ha engordado diez kilos. Cuando la conocía era una mujer preciosa, delgada y divertida. Ahora sólo habla de su trabajo de comercial de mierda y de que la están explotando. Una mierda.
En cuanto a mi hijo, ha estado unos días por aquí porque se peleó con la impresentable de su novia, pero ahora hace tres días que vuelve a dormir con ella. Sigue con un proyecto, que según él, lo sacará de la mierda en que está metido. Ojalá le vaya bien, porque en el fondo es muy buena gente.
Las relaciones con mi hermana siguen igual de tensas: nos saludamos y punto. Ahora, por lo visto, el hijo de puta que tiene que pintar la fachada no la pinta hasta que todo el dinero esté ingresado en el banco.
Mi vida es una mierda y no creo que haya solución. La verdad es que no sé qué va a ser de mí, aunque lo intuyo.

Esta tarde he visto Sherlock Holmes con Jud Lowe y Robert Downey Jr. Me ha entretenido muchísimo y me lo he pasado bien. Soberbia actuación de Jr. Menos mal que aún se puede soñar en el cine.

martes, 12 de enero de 2010

Los seguidores

Lo siento, he borrado a mis seguidores sin querer, soy así de inepto para la informática. Y eso que ya había conseguido, nada menos que 17, un auténtico record de mierda comparado a algunos blogs que incomprensiblemente tienen más de 150 seguidores.
¿Qué coño les darán porque yo soy incapaz de descubrirlo?
Para qué nos vamos a engañar, a mí me gustaría tener todos los de la foto, así me sentiría... me sentiría... no lo sé, pero seguro que algo sentiría. Leído, al menos, me sentiría.
¿Y cual es el sueño de todo escritor frustrado? Ser leído por las masas, para qué engañarnos. Lo que escribo en este blog de mierda no debe de interesar y punto. De todas formas estoy a punto de mandarlo a la mierda.
Mientras escribo estas líneas fuera está lloviendo a cántaros y yo me he quedado sin televisor por no tener tdt (no sé si lo digo bien). Me voy a la cama a leer mi Aurora boreal de la sueca Larsson. Que os den.

miércoles, 6 de enero de 2010

Todos están bien

Los días entre la Nochevieja y Reyes sólo he salido de casa para ir al cine, a la primera sesión, como siempre, y a pasear por el parque a México. Ahora, cuando escribo esta mierda son las once de la noche del día de Reyes, y esta mañana cuando me he levantado y he mirado en el salón, no he encontrado ningún regalo. La primera vez en mi vida que me quedo sin regalo. Las cosas empiezan a cambiar.
Mañana ya se anuncian las rebajas y yo tendría que ir a comprar las muchas cosas que necesito, pero no podré porque en este diciembre pasado me han publicado sólo dos artículos en el periódico. Lamentable, si uno se fija en los periodistas mediocres que publican casi a diario. La verdad es que, a pesar de que colaboro en el periódico hace unos veinticinco años, nunca he estado demasiado integrado. Y la otra verdad, es que ellos nunca han apreciado mi talento. Con decir que nunca me han invitado a la cena de Navidad que organizan todos los años, lo digo todo. Eso le pasa a uno cuando va de rebelde e inconformista como yo he ido casi toda mi vida. Pero ahora ya es tarde para lamentarse, ahora toca joderse.

En los primeros años de mi vida no recibí demasiados regalos de Reyes. En primer lugar porque mi madre siempre ha pasado de los Reyes, y en segundo lugar, porque mi padre, como ya he dicho, era más agarrado que un chotis.
Sólo recuerdo unos cuantos regalos: una bicicleta de cuatro ruedas, un fuerte que me hizo mi padre con sus respectivos indios y vaqueros, una pelota, y una pistola con su cartuchera. Nada más. También recuerdo una pistola que me regaló mi tía E y una espada que me regaló L, un amigo de la familia.
A todos mis amigos les traían muchos regalos que me pasaban por delante los morros. En aquellos primeros años ya empecé a pensar que mi familia no era normal. Y tenía razón: mi familia nunca ha sido normal.
Los Reyes Magos no me traían muchos regalos, más bien pocos, pero durante todo el año cogía (y ella lo sabía) dinero de la caja del floreciente negocio de mi madre. O sea, que era entre mis amigos el que siempre llevaba más dinero en el bolsillo durante todo el año. Y que conste que ellos eran de familias ricas y distinguidas.
En cuanto a mi padre no me soltaba ni un duro. Me pagaba un buen colegio, sólo asequible a familias con dinero, y de vez en cuando, me compraba algo de ropa y zapatos. En cambio mi madre me lo daba todo, excepto regalo de Reyes.
A los dieciocho años mi madre me pagó el carné de conducir y me regaló un Seat 600. Cuando yo regalé el 600 a un amigo para que pudiera ir a trabajar, me regaló un Mini 1275GT con salpicadero de madera, una auténtica preciosidad. Cuando vendí el Mini, me regaló un Simca. Y dejó de comprarme coches cuando yo pude comprarme mi primer coche, un Simca 1200. Eso sí, nunca me daba ningún regalo de Reyes porque decía que no tenía dinero. Así era y es mi madre, aunque ahora su jubilación no llega a los 600 euros. Absoluta contradicción.

Realmente siempre he sido un niño con falta de juguetes. Hace poco aún me compraba juguetes como un niño cualquiera. Y cuando paso por delante de un escaparate lleno de juguetes, me quedó embelesado mirándolos. Por ejemplo, siempre me hubiera gustado tener un coche teledirigido (no sé si se dice así) y nunca lo he tenido. Y una bicicleta. Una bicicleta era mi sueño preferido. Y siempre me tuve que conformar con una de mujer de cuarta mano que conseguí comprar en el rastro. Y cuando tuve quince años, mi madre me compró una que valía la fortuna de 3.000 pesetas. Fue la leche, pero de tanto esperarla subí en ella unos tres meses, luego la vendí por la mitad de lo que había costado. Las cosas que se desean se tienen que tener en su momento, de lo contrario pierden su encanto. En mi vida esto me ha sucedido muchas veces.

En la época que yo trabaja de pinchadiscos conocí a una chica que se llamaba Marina (es su verdadero nombre) y era azafata de aire en Iberia, cuando las azafatas tenían que ser bombones. Marina era un bombón, pero tenía novio, un guapo y atractivo pijo con familia de dinero.
Desde que me la presentaron me gustó, me enamoré de ella (me enamorada día sí y día no), pero la respetaba por el novio, que aunque no me caía bien por lo imbécil que era, era su novio. Así pasaron dos años, y una madrugada me encontré a Marina tomando copas con unas amigas en una disco. Era la primera vez que la veía sin su novio. La saludé y le pregunté por él. Me dijo que hacía seis meses que lo habían dejado. En ese momento vi el cielo abierto. Enseguida le dije que estaba enamorado de ella y coló. Esa misma noche me fui a la cama con ella.
En esa época un primo mío me dejaba vivir en un bonito chalé a diez kilómetros de la ciudad. Allí me la llevé. Ahora podría decir que fue una noche maravillosa, pero mentiría, porque fue todo lo contrario. Siempre que me he acostado con mujeres me ha gustado hablarles y preguntarles lo que les gustaba y decirles lo que me gustaba a mí.
En cuanto entramos en el chalé empezamos a besarnos y a desnudarnos mientras que íbamos camino de la habitación, como en las películas. Nos besamos, nos acariciamos y nos pusimos a tope. Y en un momento dado le dije que me la chupara. Se paró en seco y me preguntó de qué iba. Le dije que no la entendía. Entonces me soltó un rollo de cojones sobre hacer el amor, que para ella era un acto romántico y muy bonito. Le dije que me parecía bien, pero que chupar la polla y comer el coño entraba en el acto romántico. No hubo manera de que lo entendiera.
Cansado de aguantarla le dije que se vistiera que la acompañaba a su casa. Ella, muy digan, me hizo caso. Cuando llegamos al aparcamiento que había en frente de su apartamento, me invitó a tomar una copa. Subí a su bonita casa con vistas al mar, y nos tomamos un gin-tonic en silencio. Luego, de repente, me empezó a besar y me la tiré medio desnudos. Eso sí, no me la chupo ni yo le comí el coño. Le dije que la llamaría y cuando me metí en el coche tiré el papelito en el que había apuntado el número de su teléfono. Nunca más la he visto.

Hoy he visto en el cine Todos están bien, un drama lacrimógeno que no se lo salta un torero. Su director es el normal Kirk Jones y su protagonista Robert de Niro, el actor que hace creíble todos los papeles que interpreta. Me he aburrido porque sabía todo lo que iba a pasar.

martes, 5 de enero de 2010

Solomon Kane

Nochevieja

En principio, la Nochevieja la iba a pasar sólo con mi madre ya que las relaciones con mi mujer son fatales, pero una gran amiga, de la que hacía muchos años no sabía de ella, llamó el lunes a mi mujer (que parece que se resiste a salir de mi vida a pesar de que cada vez que nos vemos me dice que no me soporta y que lo nuestro hace tiempo que ha acabado) para invitarnos a cenar con un grupo de selectos amigos. Después de quince años en Madrid, volvía a instalarse definitivamente en la isla. No hemos podido rechazar la invitación.
Esta amiga nuestra, a la que llamaré Audrey, porque siempre me ha recordado a Audrey Heburn, por su exquisitez, su educación y elegancia, es una millonaria que se casó con un teniente coronel más franquista que el mismísimo Franco, pero cachondo y divertido como él solo. Fiestero, bebedor incansable y putero, este personaje dio una vida de lujo y comodidades a Audrey, que a los treinta años de casada decidió pasar de él e instalarse en un piso de La Castellana de Madrid. Pero no se divorciaron y siguieron una relación normal, aunque sin sexo. Cuando él se murió de repente a los 62 años ella siguió en Madrid hasta que sus hijos se emanciparon. Entonces volvió a su tierra dos días antes de Nochevieja.
La casa que tiene en la isla es una maravilla antigua ubicada en un pueblo internacionalmente famoso. A Audrey la he encontrado guapísima y muy bien conservada a pesar de sus setenta y cinco años. Para celebrar su vuelta definitiva a su tierra, ha elegido treinta y tantos de sus mejores amigos, un selectivo ramillete de parásitos de la sociedad de la isla.
Me he reencontrado con amigos entrañables y otros menos entrañables que no veía en muchos años. Por supuesto que la mayoría de los invitados me han hecho mucho caso, aunque yo sé que a algunos de ellos no les hago gracia. Por ejemplo S, hija de Audrey, que no es más imbécil porque no se entrena.
En mi tiempo, cuando yo llevaba dos copas de más era capaz de follarme a una foca de cien kilos que me hiciera gracia. S no es gorda, más bien es delgada y muy pija, pero es fea a pesar de las muchas operaciones de estética que se ha hecho. Esto último no lo sé por ella, sino por el cirujano que se las ha hecho, que es amiguete.
Una noche de borrachera y de fiesta en casa de Audrey, le di a S por el culo en uno de los muchos baños que hay en la casa. Ella inclinada hacia delante y sujeta en la taza del váter y yo detrás desenvainado. Por supuesto que al día siguiente ni la llamé. Desde entonces creo que me odia. Ahora está casada con un gilipollas del PP y tiene cinco hijos.

A las cuatro de la madrugada, en la impresionante terraza de la casa, con un idílico paisaje delante de nosotros, Audrey, con una copita de más, me ha hablado de su querido hijo R, amigo mío de juergas interminables. Me contado que se ha hecho cargo del hijo de éste, que gracias a Dios está sano y fuerte. Y que R trabaja de albañil y vive en un pequeño piso con una drogadicta. Pero me aseguró que él ya estaba completamente limpio.

El hijo que me cae mejor de Audrey es R, que veo de uvas a peras por la calle.
A los dieciocho años R ya fumaba todo el día porros, a los veinte ya se metía coca por un tubo, a parte de tres cajetillas de Winston diarias. A los veinticuatro se lió con una pija guapísima que estaba enamorada de mí pero que yo nunca le di cuartel. La pija guapa ganaba en todo a R. Fumaba más, se esnifaba más y bebía más. Recuerdo que hacíamos concursos de quien caía antes. Yo me rajaba antes de caer y siempre ganaba ella.
Después de tres veranos de locura los dejé y me largué a vivir a Madrid. Años después me dijeron que los dos tenían Sida. Volvieron a pasar los años y me encontré a R por la calle; llevaba en un cochecito a un niño de un año y lo acompañaba una piltrafa de mujer que llevaba en la frente el sello de drogadicta. Me dio mucha pena. Me contó que la pija falsa trabajaba en un Putin club y que hacía años que no la veía, y que él llevaba el Sida lo mejor que podía. Ya no probaba el alcohol ni se drogaba. La verdad es que siempre que lo veo, que es por la calle, lo veo bien, con buen aspecto.

Después de contarme lo de R, Audrey me ha dicho, sin atisbo de tristeza, que tiene un cáncer malo, de esos que joden. Pero no pienso largarme sin luchar, me ha confirmado rotundamente, y luego ha levantado hacia las estrellas su copa de cava y ha brindado por la vida que ha tenido.
Imaginaos la escena. Una terraza preciosa, una mujer mayor maravillosa y un patético personaje (yo) que no está borracho porque es hipertenso y no puede beber. Ahora imaginaos la conversación. El personaje patético pensando en lo mierda que es la vida por lo mal que lo está pasando, y la mujer mayor contándole que está enferma de muerte.

Año Nuevo

He ido a buscar a mi mujer a su casa a la una y media. Estaba destrozada, con un resacón de cojones de la moña que cogió ayer. Al final he conseguido que se metiera en la ducha y que viniera a comer a casa de mi madre de lo que sobró de Nochevieja. Hemos comido en paz y harmonía. Luego mi mujer se ha ido a su casa a dormir y yo a la mía. Al entrar me he sentado aburrido en el sofá y distraídamente he encendido un cigarrillo. Entonces mi mirada se ha posado en la portada del Fotogramas. Y no sé por qué, y a duras penas y con mucha concentración, he conseguido correrme con Penélope Cruz en lencería. No he llegado a la erección absoluta, pero da igual. No sé el tiempo que hace que no me masturbaba.
A las cinco de la tarde me he puesto en el dvd la obra maestra Plácido, de mis admirados Berlanga y Azcona, lo mejor del cine que ha habido en este país de charanga y pandereta, como cantaba Serrat.
Luego me he puesto a trabajar en mi inacabable novela. A las ocho he bajado a cenar con mi madre. A las diez me he duchado y me he metido en la cama a leer.
Ha empezado el 2010, y espero que sea mejor como el que dejamos atrás.