martes, 5 de enero de 2010

Solomon Kane

Nochevieja

En principio, la Nochevieja la iba a pasar sólo con mi madre ya que las relaciones con mi mujer son fatales, pero una gran amiga, de la que hacía muchos años no sabía de ella, llamó el lunes a mi mujer (que parece que se resiste a salir de mi vida a pesar de que cada vez que nos vemos me dice que no me soporta y que lo nuestro hace tiempo que ha acabado) para invitarnos a cenar con un grupo de selectos amigos. Después de quince años en Madrid, volvía a instalarse definitivamente en la isla. No hemos podido rechazar la invitación.
Esta amiga nuestra, a la que llamaré Audrey, porque siempre me ha recordado a Audrey Heburn, por su exquisitez, su educación y elegancia, es una millonaria que se casó con un teniente coronel más franquista que el mismísimo Franco, pero cachondo y divertido como él solo. Fiestero, bebedor incansable y putero, este personaje dio una vida de lujo y comodidades a Audrey, que a los treinta años de casada decidió pasar de él e instalarse en un piso de La Castellana de Madrid. Pero no se divorciaron y siguieron una relación normal, aunque sin sexo. Cuando él se murió de repente a los 62 años ella siguió en Madrid hasta que sus hijos se emanciparon. Entonces volvió a su tierra dos días antes de Nochevieja.
La casa que tiene en la isla es una maravilla antigua ubicada en un pueblo internacionalmente famoso. A Audrey la he encontrado guapísima y muy bien conservada a pesar de sus setenta y cinco años. Para celebrar su vuelta definitiva a su tierra, ha elegido treinta y tantos de sus mejores amigos, un selectivo ramillete de parásitos de la sociedad de la isla.
Me he reencontrado con amigos entrañables y otros menos entrañables que no veía en muchos años. Por supuesto que la mayoría de los invitados me han hecho mucho caso, aunque yo sé que a algunos de ellos no les hago gracia. Por ejemplo S, hija de Audrey, que no es más imbécil porque no se entrena.
En mi tiempo, cuando yo llevaba dos copas de más era capaz de follarme a una foca de cien kilos que me hiciera gracia. S no es gorda, más bien es delgada y muy pija, pero es fea a pesar de las muchas operaciones de estética que se ha hecho. Esto último no lo sé por ella, sino por el cirujano que se las ha hecho, que es amiguete.
Una noche de borrachera y de fiesta en casa de Audrey, le di a S por el culo en uno de los muchos baños que hay en la casa. Ella inclinada hacia delante y sujeta en la taza del váter y yo detrás desenvainado. Por supuesto que al día siguiente ni la llamé. Desde entonces creo que me odia. Ahora está casada con un gilipollas del PP y tiene cinco hijos.

A las cuatro de la madrugada, en la impresionante terraza de la casa, con un idílico paisaje delante de nosotros, Audrey, con una copita de más, me ha hablado de su querido hijo R, amigo mío de juergas interminables. Me contado que se ha hecho cargo del hijo de éste, que gracias a Dios está sano y fuerte. Y que R trabaja de albañil y vive en un pequeño piso con una drogadicta. Pero me aseguró que él ya estaba completamente limpio.

El hijo que me cae mejor de Audrey es R, que veo de uvas a peras por la calle.
A los dieciocho años R ya fumaba todo el día porros, a los veinte ya se metía coca por un tubo, a parte de tres cajetillas de Winston diarias. A los veinticuatro se lió con una pija guapísima que estaba enamorada de mí pero que yo nunca le di cuartel. La pija guapa ganaba en todo a R. Fumaba más, se esnifaba más y bebía más. Recuerdo que hacíamos concursos de quien caía antes. Yo me rajaba antes de caer y siempre ganaba ella.
Después de tres veranos de locura los dejé y me largué a vivir a Madrid. Años después me dijeron que los dos tenían Sida. Volvieron a pasar los años y me encontré a R por la calle; llevaba en un cochecito a un niño de un año y lo acompañaba una piltrafa de mujer que llevaba en la frente el sello de drogadicta. Me dio mucha pena. Me contó que la pija falsa trabajaba en un Putin club y que hacía años que no la veía, y que él llevaba el Sida lo mejor que podía. Ya no probaba el alcohol ni se drogaba. La verdad es que siempre que lo veo, que es por la calle, lo veo bien, con buen aspecto.

Después de contarme lo de R, Audrey me ha dicho, sin atisbo de tristeza, que tiene un cáncer malo, de esos que joden. Pero no pienso largarme sin luchar, me ha confirmado rotundamente, y luego ha levantado hacia las estrellas su copa de cava y ha brindado por la vida que ha tenido.
Imaginaos la escena. Una terraza preciosa, una mujer mayor maravillosa y un patético personaje (yo) que no está borracho porque es hipertenso y no puede beber. Ahora imaginaos la conversación. El personaje patético pensando en lo mierda que es la vida por lo mal que lo está pasando, y la mujer mayor contándole que está enferma de muerte.

Año Nuevo

He ido a buscar a mi mujer a su casa a la una y media. Estaba destrozada, con un resacón de cojones de la moña que cogió ayer. Al final he conseguido que se metiera en la ducha y que viniera a comer a casa de mi madre de lo que sobró de Nochevieja. Hemos comido en paz y harmonía. Luego mi mujer se ha ido a su casa a dormir y yo a la mía. Al entrar me he sentado aburrido en el sofá y distraídamente he encendido un cigarrillo. Entonces mi mirada se ha posado en la portada del Fotogramas. Y no sé por qué, y a duras penas y con mucha concentración, he conseguido correrme con Penélope Cruz en lencería. No he llegado a la erección absoluta, pero da igual. No sé el tiempo que hace que no me masturbaba.
A las cinco de la tarde me he puesto en el dvd la obra maestra Plácido, de mis admirados Berlanga y Azcona, lo mejor del cine que ha habido en este país de charanga y pandereta, como cantaba Serrat.
Luego me he puesto a trabajar en mi inacabable novela. A las ocho he bajado a cenar con mi madre. A las diez me he duchado y me he metido en la cama a leer.
Ha empezado el 2010, y espero que sea mejor como el que dejamos atrás.

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