lunes, 28 de diciembre de 2009

Fama

23 de diciembre.

Mi hijo se ha presentado a las siete (yo estaba leyendo porque cada vez me cuesta más trabajo dormir) de la mañana porque se ha peleado con su novia. La quiero mucho pero no la soporto, me ha dicho con resacón antes de meterse en la cama. Se ha levantado a las tres y media y se ha ido. Ya te llamo, me ha dicho. Poco después me ha llamado mi mujer recriminándome que no la llamo. Yo le he dicho que para qué, si ella va a su rollo y pasa de mí. Me lo ha negado, como siempre. ¿Qué hacemos en Nochebuena?, me ha preguntado. Lo que tú quieras, le he dicho.

Nunca en mi vida he visto un adorno de Navidad en casa de mis padres o de mi hermana. Tampoco los he visto comportarse de una menara especial. Quizá mi padre, cuando vivía, era el único que hablaba de la cena de Nochebuena, de pasada, sin darle demasiada importancia.
Diré más, mi madre siempre ha comprado (lo justo) a regañadientes el turrón, los polvorones y el cava. Cuando vivía mi padre sólo compraba una tableta de turrón de almendra, que es el que le gustaba a él, una botella de cava para la Nochebuena, nada más. Ahora, eso sí, se gastaba una pasta gansa en lotería de Navidad. Y eso que en mi casa nunca faltó dinero.

Mi madre dice que no le gustan estas fiestas porque se le murió un hermano el día de Navidad, pero yo no lo creo. Su hermano se murió hace más de cincuenta años, que son muchos años. A mi hermana tampoco le gustan, pero lo de ella debe de ser porque ha nacido amargada.
Hasta que se murió mi suegra, cada Nochebuena mi mujer y yo organizábamos una estupenda cena y los invitábamos a los cinco: mis padres, mi hermana y mis suegros. Mis padres siempre subían a la fuerza, mi hermana, como era gratis se apuntaba. Mis suegros venían encantados. Y lo cierto es que cada Nochebuena acabábamos discutiendo. Mis padres y mis suegros no se tragaban, mi hermana nos odiaba y nos odia a todos, y mi mujer y yo tenemos mucho carácter. Ni os cuento lo que eran aquellas cenas. Pero eran cenas navideñas, al menos.
El día de Navidad mi suegra organizaba una estupenda comida en su casa y nos invitaba a los tres: mi mujer, mi hijo y yo. Los primeros años invitaban a mis padres, pero éstos siempre tenían problemas y dejaron de hacerlo. La comida en casa de mi suegra era auténticamente navideña. No faltaba de nada.

Los de los Reyes Magos es muy divertido. Mi madre, días antes, empieza a pedir que nadie le regale nada porque ella no quiere hacer regalos. Recuerdo muy pocos regalos hechos por mi madre. Y no hablemos de mi padre (cuando vivía) y mi hermana, que son más agarrados que un chotis.
Yo nunca he visto ese espíritu navideño que dicen que existe en mi casa, en cambio a mí me encantan estas fiestas (estas de ahora no porque no tengo un puto duro). Los árboles adornados con sus bolas, los Reyes Magos y el Papa Nöel, las calles con sus luces, los anuncios de Navidad (no los de perfumes), los muñecos de nieve (esto último en las películas porque aquí siempre hace calor), la gente abrigada, etcétera.
Hasta los 10 años yo monté el belén sobre la cómoda del cuarto de mis padres. Me hacía tanta ilusión montarlo que lo hacía la primera semana de noviembre. El musgo verde, que lo controlaba durante el año en la estación de tren, lo cogía allí mismo. Verde y frondoso, era precioso. Luego estaban los trozos de corcho con las que construía un pesebre. Y lo más importante: los pastorcitos.
En todas las casas que he vivido, cuando han llegado estas fechas, he puesto mis adornos de Navidad. El belén, desde que tenía 10 años, nunca más lo he montado por un problema de espacio.

Nochebuena.

Mi mujer me ha llamado a las once para decirme que a las tres acaba el trabajo y viene a buscarme para ir a comprar la cena de Nochebuena. Por otra parte, mi madre está que trina porque ha tenido que dar la paga doble de Navidad para pagar la fachada porque el hijo de puta del pintor no la pinta hasta que todo el dinero esté ingresado en su cuenta. Aún con todo y eso me ha soltado cincuenta euros a escondidas de mi hermana para comprar la cena.
Me he tirado la mañana leyendo y escribiendo mi novela, al mediodía se ha presentado mi hijo y nos hemos ido al Burger King. Me ha dicho que venía a la cena y que dejaba a su novia de nuevo. Yo no le he hecho ni puto caso.
A las dos y media me he tumbado en el sofá y me he quedado dormido hasta las cinco que mi mujer me ha llamado por el interfono.
Hemos ido a Mercadona a comprar gambas congeladas, copiñas y tres botellas de cava de la marca Jaume Serra. Lo ha pagado ella. Luego hemos ido al Corte Inglés y yo he comprado varios quesos, embutido navideño y patè.
Nos hemos reunido los cuatro a cenar con el propósito de no pelearnos. Y así ha sido. Luego han venido a buscar a mi hijo y mi mujer ha aprovechado para irse a su casa. Yo he subido a mi casa y me he quedado dormido delante de la televisión.

Navidad.

Mi hijo no ha venido a dormir. Yo he llevado a México al terrado a las nueve y cuarto en punto, que es cuando él me despierta, y me he vuelto a meter en la cama hasta la una que me ha llamado por el interfono mi mujer. Hemos ido a casa de mi madre y hemos hecho una paella con las gambas y las copiñas que sobraron anoche. Nos hemos peleado por la sal, porque mi madre ha dicho que la cena estaba demasiado salada. Mi mujer, que ya es una histérica de por sí, ha empezado a joder. Al final he podido calmar el asunto y hemos comido en buena armonía.
Después hemos subido a mi casa y mi mujer se ha quedado durmiendo toda la tarde en el sofá y yo me he ido a leer al cuarto. A las seis se ha despertado y se ha ido a su casa proponiéndome ir a cenar a casa de su amiga EG. Le he dicho que sí y hemos quedado a las ocho y media.
En la cena nos hemos vuelto a pelear mi mujer y yo. El motivo ha sido que mi mujer ha salido en defensa de un hijo de puta que escribió un libro y dijo mentiras sobre mí. Nuestra amiga y ni se ha inmutado porque está acostumbrada a nuestras peleas.
De mi hijo ni rastro. No se ha dignado ni siquiera a llamarnos y desearnos una feliz Navidad. Ya no espero nada de él, esa es la puta realidad.

26 de diciembre

A las nueve y cuarto me ha despertado México y le he subido al terrado, luego me he vestido y he bajado a desayunar con mi madre, que para variar le duele todo el cuerpo. Hoy el brazo derecho y una ingle le duelen más de lo normal. A continuación he sacado al puto perro a pasear por el parque. Estaba completamente mojado por la lluvia que ha caído toda la noche. Recién llegado a mi casa me he metido otra vez en la cama. Me ha despertado mi mujercita a las once para decirme que se iba a comer con unas amigas. Me he vuelto a dormir y me ha despertado una amiga para invitarme a comer, le he dicho que tenía un resacón de miedo debido a la juerga que me había pegado ayer. A las dos me ha despertado mi hijo para preguntarme si lo invitaba a comer. Lo he mandado directamente a la mierda y él me ha dicho que está con la tía con la que está porque no me soporta. Me he metido en la ducha y a las dos y media estaba en la cocina de la casa de mi madre reprimiendo las lágrimas y comiendo los quesos que sobraron en Nochebuena. Mi madre y mi hermana comían al mismo tiempo en el comedor dos trozos de lechal de cabrito con cava. Mi hermana no me ha dicho nada, pero mi madre me ha dicho si gustaba. A las tres estaba de nuevo en mi casa tumbado en el sofá muerto de asco. He entrado en Internet y he visto en la cartelera que han estrenado Fama en el Metropolitan.
Vaya mierda de película que me he tragado. Fama es como una especie de vídeo-clip sin profundizar en nada a los personajes, que eso sí, les sobra talento. Fama de Alan Parker es muy superior. Después del cine me he metido en la cama a leer hasta aproximadamente las dos.

27 de diciembre.

Mientras que veo de reojo Piratas del Caribe 2, termino de escribir esta mierda. Me he pasado la mañana en la cama. Al mediodía he ido a comer con mi mujer el típico caldo de Navidad los dos solos. De nuestro hijo no tenemos noticias desde Nochebuena. Y por increíble que parezca, no hemos discutido. He visto las noticias en su casa y luego me ido a mi casa a tumbarme en el sofá a leer. De hacer el amor nada (follar), ni lo he intentado. Luego me he metido a corregir mi novela, la que me va a sacar de la miseria, y he llorado. He sacado a México a pasear, luego he cenado con mi madre y he visto las noticias. Ahora estoy escribiendo estás últimas líneas mientras disfruto de la belleza de Keira Knightley, que está para comérsela toda, de arriba abajo. La lástima es que si la tuviera delante seguramente no podría estar a la altura por mi problema de erección. Ya ni me masturbo. ¡Quién me ve y quién me ha visto! Espero que si algún día salgo de la depresión mi pito funcione como antes.
Bueno, si habéis leído esto comprobaréis que la primera tanda de fiestas ha sido bastante triste y aburrida. Pero mi madre dice que mientras tengamos salud, saldremos como sea. Felices fiestas a los que leen este blog, a los demás que les den.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Planet 51

He ido con mi hijo a ver Plante 21 y me ha entretenido mucho. Menos mal que los productores encargaron el guión a un norteamericano, de lo contrario la película hubiera sido aburrida. En este país hay muy pocos guionistas buenos.

Me acuerdo perfectamente de la noche en que el hombre pisó por primera vez, si es que la piso, la luna. Yo iba caminando por la calle San Magín en dirección a la disco Babel’s. Y pasé por enfrente de un barucho casi vacío en el momento que Armstrong pisaba el planeta. Me paré en la calle a verlo, y recuerdo que había un borracho sentado a una mesa que dijo que a él le importaba un huevo la luna y su puta madre.
Era verano y desde la calle pude ver en blanco y negro como los americanos pisaban la luna. La verdad es que no me impresionó, lo vi con curiosidad durante cinco minutos para luego seguí mi camino. Yo era como el borracho: me importaba un huevo que los americanos pisaran la luna.
Pero no me acuerdo de aquella noche por lo de la luna, me acuerdo por lo que luego pasó. A principios de 1970 yo salía de marcha casi a diario, eran los últimos años en que Mallorca estaba infestada de nórdicas buscando latin-lovers. .
La historia empieza a ser emocionante cuando salí de Babel’s sobre las cuatro de la madrugada, bastante animado, con intención de irme a dormir. Y subiendo por la calle Argentina se paró justo a mi lado un deportivo descapotable: el Florida de mi amigo JM, el francés. Lo acompañaban dos suecas de revista. No dude en subirme al descapotable que salió disparado hacía el Paseo Marítimo. Con el viento en la cara, con la música a tope de los Bee-Gees, llegamos hasta el Coll d’en Rebassa, donde el francés tenía un pequeño piso de dos habitaciones que empleaba para llevar a los ligues. Se lo había dado su abuela, que era una payesa mallorquina con dinero.
Ya en el salón puso más música y abrió una botella de champán (no de cava) y a ritmo de The Who, empezamos a bailar y a beber. A mi sueca le gusté enseguida y entró al trapo, en cambio la de él no tragaba.
Lo peor que podía hacer una chica a JM era pasar de él, no querer rollo. Se ponía histérico, capaz de hacer cualquier cosa, excepto agredirle. Era pacífico con las mujeres, todo lo contrario que con los tíos.
Entre baile y baile la cosa se calentó y yo me llevé a mi sueca al dormitorio, y con los gritos de fondo del francés, le empecé a meter mano, pero cuando fui a tirar de braga, me cogió la muñeca y me dijo que ella el primer día nada de nada. No me importó porque yo con las mujeres siempre he tenido mucha paciencia. Le dije que no se preocupara, y entonces oímos un portazo. Nos besamos un poco más, le volví a tocar los puntiagudos pechos sobre la camisa, y oímos otro portazo. Y pocos segundos después oímos los gritos de la sueca que parecía venir de la calle. Nos levantamos y abrimos la ventana.
En el balcón de nuestra derecha (estábamos en un primer piso de un edificio de cuatro) estaba JM en calzoncillos gritándole a la sueca que se largara a calentar a otro y que no molestara. La había echado del piso desnuda. La sueca estaba en plena calle desierta en pelota picada.
Corrí a decirle a JM que si no dejaba entrar a la sueca aparecería de un momento a otro la policía. Lo tenía que haber dicho más tarde porque al instante pasó un celular por la carretera principal y se paró al ver la chica desnuda. Los policías se llevaron a JM y se pasó la noche en comisaría. Las dos suecas se fueron en un taxi. Al día siguiente salí a cenar con mi sueca y estuve enrollado con ella un largo año. Se llamaba Ulla, era enfermera y había nacido en Lund. No fue un año seguido, sino intermitente. Una noche me encontró besándome con otra sueca en una disco y me dejó. Siempre conservaré un grato recuerdo de ella, que por cierto, era preciosa.

En cuando JM, el francés, era todo un personaje que había nacido en Francia aunque sus padres eran mallorquines. Fue uno de mis grandes amigos en la época de la suecas. Con él hice de todo o casi de todo. Me corrí las mil juergas y las mil borracheras. Y casi siempre nos acompañó Giovanni, y a veces su hermano Gabriel, con el que una noche me pegué una paliza. Luego nos hicimos grandes amigos, pero al final volvió a Francia y nunca más lo he vuelto a ver.
JM era bajo, fornido, y ni guapo ni feo, normal. Ahora, eso sí, con un rollo imparable. Hablaba malloquín, castellano e inglés, con un terrible acento francés. Y por supuesto también hablaba francés. Estaba casado y tenía dos hijas, pero no les hacía ni puto caso, pero sí las mantenía, porque el francés era el único de los tres que trabajaba. Su profesión era la de camarero y siempre encontraba trabajo en bares o cafeterías llenas de tías. Ligábamos por un tupo porque cuando llegábamos al local, enseguida nos pasaba el parte de las que nos interesaban más. Era todo un picador (ligador) profesional. Tengo muchas historias que contar del francés, pero sólo contaré una con la vais a flipar.

En una de tantas noches locas, a finales del sexto y último año de mis salidas, conocimos a una noruega y a dos finlandesas. La primera me la quedé yo, y la segunda y tercera fueron para Giovanni y JM. Nos lo pasamos de miedo yendo de local en local, hasta que en el último que entramos (serían las seis de la mañana aproximadamente) conocimos al conde no sé qué de por Valladolid, al menos es lo que el dijo.
Era un tipo esquelético y con perilla. Nos invitó a las copas que quisimos y se integró en la fiesta que los seis llevábamos arrastra. Al final acabamos bañándonos en la playa de la Ciudad Jardín, la más cercana a Palma. Después, el conde nos invitó a la última copa en su casa. Giovanni y yo declinamos la invitación, pero JM aceptó y se fue solo con el conde.
A las nueve del día siguiente, que recuerdo que estaba lloviendo, oí que gritaban mi nombre en la calle. Me asomé y vi al francés. Necesito hablar contigo, me gritó.
Diez minutos después estábamos en el bar de enfrente de mi ático alquilado. JM estaba pálido, ojeroso, pero había desaparecido la borrachera con la que le dejé en la playa. Lo primero que me dijo fue que a lo mejor había matado al conde de un par de puñetazos. Me quedé helado.
Según él, el conde lo había llevado a su casa, un piso en primera línea de la playa del Arenal. Allí bebieron unas cuantas copas más, y en un momento dado, el francés empezó a bailar y desnudarse. Así era JM. Hacía estas cosas por diversión, para llamar la atención, pero el conde se lo tomó de otra manera y también se empezó a desnudar al ritmo de Los Beatles, del que era un forofo. Y cuando los dos estaban en calzoncillos, el conde le metió mano a la polla, que por cierto, JM estaba muy bien dotado a pesar de su metro sesenta y cinco de estatura.
JM se enfadó y le pegó un par de puñetazos dejándolo sin sentido. Y para rematar la cosa no se le ocurrió otra cosa que llevarse el enorme anillo que el conde llevaba en una mano. Pensó que como era maricón no lo denunciaría.

JM estaba desesperado y muy nervioso sin saber qué hacer. Él nunca había tenido un problema serio con la justicia. Cuatro peleas y punto, pero aquello era diferente. Y para colmo había robado un anillo. Le dije que si yo estuviera en su lugar me entregaría. Él estuvo de acuerdo y me pidió que lo acompañara.
Lo dejé a unos metros de la jefatura, para que no me empezaran a hacer preguntas.
Al conde no le pasó nada pero lo denunció por agresión y robo, pero como JM se entregó, sólo pasó un mes en la cárcel. Nadie fue a visitarlo.

Ahora lo veo de uvas a peras, pero sé que vive muy bien con una mujer veinte años más joven con la que ha tenido dos hijas más y un hijo. En su momento heredó de su abuela su parte que se gastó en sucesivos y fallidos negocios. Pero por lo visto, y según me contó la última vez que lo vi (hace dos años), actualmente vive muy bien cuidando la casa de unos árabes millonarios que vienen tres veces al año a la isla.
Cobro una pasta, utilizamos toda la casa cuando no están los hijoputas de los árabes, y cuando aparecen con toda su corte, lo primero que me piden es que los lleve de putas, ¿te lo puedes creer?, me dice en castellano con su eterno acento francés.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Mal día para pescar

Este asqueroso domingo he comido con mi madre una paella con cuatro gambas pequeñas y un calamar. Cada domingo mi madre come de puta madre gracias a que mi hermana compra la comida y ella cocina, pero hoy, mi hermana se ha ido con una amiga o conocida, porque en realidad no tiene amigos, a comer por ahí.
A las cuatro me he metido en el cine para ver Mal día para pescar, una interesante película uruguaya dirigida por Álvaro Brechner y protagonizada por Gary Piquer. Los dos muy bien en sus respectivos trabajos. La historia es original. Un buscavidas, que vive de un campeón de lucha libre alemán acabado, organiza una pelea en un pueblo de cuatro casas, pero la jugada le sale mal.

Un servidor (no sé de quién), cuando tenía unos veintidós años e iba montado en una Kawasaki y veía pasar el mundo muy rápido sin pararme a pensar en lo que pasaba, un día me encontré por la calle a VA, un amigo de otro amigo, y hablando y hablando me dijo que practicaba boxeo. A mí me hizo gracia, y como iba perdido, le pregunté si alguna vez podía acompañarlo a entrenar. Me dijo que sí. Tengo que aclarar que el boxeo siempre me ha apasionado, y en el fondo, siempre quise subirme a un ring para experimentar lo que se sentía. También tengo que aclarar que VA era un tipo raro al que le gustaban las experiencias nuevas, algo parecido a lo que me pasaba a mí, y, por eso, y a pesar que estudiaba tercero de Derecho, le encantaba subirse a un ring para que le endiñaran. Porque hay que decir que no era muy bueno con los guantes.

VA entrenaba en la Federación de boxeo que estaba en la calle Apuntadores (ya ha desaparecido), en la parte vieja y no muy buena (en esos años) de la ciudad. El ambiente era cutre de cojones, y los jóvenes y no tan jóvenes que entrenaban, ni os cuento. Del más bajo extracto social.
A finales de enero empecé a entrenar y a comprender a todos aquellos jóvenes que perseguían un sueño: salir de la mierda. Ya sé que parece muy peliculero, pero es la puta verdad. El boxeo es un deporte que te puede sacar de la mierda y ponerte arriba del todo, donde están los privilegiados, y basta con que sepas esquivar los golpes y tu pegada sea como la coz de una mula. Así de sencillo y así de difícil.
Lo que más me impresionó de los personajes que conocí en la Federación, fue la lucha interior, mucho más terrible que la del ring, de los jóvenes (prácticamente todos eran obreros) por querer salir de lugar donde la sociedad, ¡o vete tú a saber quién!, les había puesto sin su permiso. La mayoría era buena gente, que cuando subía al ring lo daba todo, y cuando golpeaban el dura saco, golpeaban a la puta vida que les había tocado vivir. Ocho horas de duro trabajo y luego dos o tres horas de entrenamiento. Eran máquinas. Así era aquel ambiente en el que yo me metí, a finales de los 1970.
Y para colmo, por mi aspecto de pijo, imaginaos lo que sucedía. Todos querían hacer guantes conmigo para zurrarme. Pero mira por donde, resultó que yo tenía una buena izquierda que los mantenía alejados de mí. Enseguida descubrí que les costaba tocarme
A las dos semanas de entrenar con VA, porque nadie me hacía ni puto caso, el entrenador se digno a dirigirme la palabra, y más o menos estas fueron las palabras: ¿Te atreves a hacer guantes con tu amigo? Imaginaros lo que le dije.
VA me pegó por todo, y menos mal que llevaba el protector en la cabeza, porque de lo contrario me habría noqueado, y eso que era un boxeador mediocre.
A partir del día siguiente el entrenador, con su voz rota y olor a alcohol (siempre tendré un cariñoso recuerdo de él), me empezó a dirigir en unos determinados ejercicios: cuerda, saco, cubrirme, golpear sin bajar la guardia, bailar en el ring, etc. Fue toda una experiencia.
Yo siempre había sido aficionado al boxeo, pero nunca en mi vida había presenciado uno en vivo. Y el entrenar me dio esa oportunidad. Cada fin de semana había algún combate en algún pueblo de Mallorca, y allí me iba yo con VA, que peleaba a veces. Y a los seis meses justos de entrenar (como pasa en las películas) el contrincante de un negro al que llamaré OL, se cayó haciendo cuerda y se torció un tobillo. El entrenador me propuso sustituir al lesionado. ¿Imagináis lo que le dije?
Recuerdo que nos cambiamos en un sótano del bar de un campo de baloncesto de un pueblo del que no recuerdo el nombre. El sótano estaba lleno de cajas de refrescos y en el centro del techo pendía una escuálida bombilla. Sé que suena muy de película, pero es la puta verdad.
Me dejaron unos pantalones y una camiseta rojos, un color que no me gusta demasiado, pero estaba tan nervioso, que no fue hasta muchas horas después que caí en el color. Todos los púgiles, aunque de diferentes gimnasios, nos cambiamos en el mismo lugar. Y tengo que decir que cuando vi al negro casi me mee en el pantalón. Los dos éramos de la categoría de peso medio, pero él me pareció que hacía dos de mí. Menos mal que el entrenador me tranquilizó diciéndome que pesaba lo mismo que yo. Tengo que reconocer que si no hubiera sido por no hacer el ridículo, hubiera huido.
Subimos al ring montado en el centro del campo de baloncesto y durante tres asaltos (cuando eres amateur sólo están permitidos tres) nos dimos ostias por todo. Bueno, en realidad, las daba él. Unas cuantas veces vi pajaritos de colores, y con dos golpes estuvo a punto de tirarme, pero por increíble que parezca, lo esquivaba más o menos bien. De alcanzarle, ni hablar, OL saltaba como una bailarina y no dejaba de soltar la derecha.
Histérico y perdido en la desesperación y a punto de ponerme a correr, el entrenador se acercó a mi esquina y me dijo algo parecido a: No te he dicho nada porque he querido ver cómo reaccionabas. Ahora escucha con atención. Cada vez que saca la derecha, baja el brazo izquierdo dejando un agujero. Sólo tienes que engañarle y darle la cara, y cuando se confíe y te saque la derecha, éntrale tú y habrá acabado el combate.
Así lo hice. Dejé que me pegara en los guantes y algún que otro golpe en el estómago e hígado, y cuando creí oportuno bajé la guardia, entonces él, confiado, me soltó su derecha que yo esquivé al mismo tiempo que soltaba mi puño derecho que impacto en su frente. OL quedó tocado, y cuando fui a rematarlo, me di cuenta que no era necesario y dejé que se recupera sentado en la lona. Gané el combate por puntos.
Aquella noche el entrenador, VA, dos púgiles más, y el que escribe, cogimos una cogorza que tuvimos que quedarnos en el pueblo a dormir. A la mañana siguiente en el viaje de vuelta, el entrenador me dijo que tenía tres de las cuatro cosas imprescindibles para ser un campeón: una buena pegada, buenos reflejos, buen movimiento de pies, y...
En ese momento yo creí que iba a decir una tontería insignificante, porque la noche anterior no había dejado de felicitarme. Pero su famosa sinceridad me dejó helado.
Me dijo, más o menos: las tres primeras cosas que posees forman un cincuenta por ciento para ser un campeón, pero careces del cincuenta por ciento restante. El silencio se podía cortar en el interior de la furgoneta con la que volvíamos a casa. Dijo: Te falta la mala leche.
Ofendido le dije que no sabía si yo tenía mala leche. Él se rió y me dijo muy amable que lo había visto en mis ojos cuando tenía noqueado a OL. Tenías que haber seguido machacándolo hasta el final, y te dio lástima, terminó diciéndome.
Al día siguiente, ya en frío y con la cara como un mapa, volví a la realidad. Nunca había pretendido ser boxeador, no servía, pero no sólo porque no tenía mala leche, no, sino porque había que ser muy desgraciado para subirse a un ring a matar a golpes a un tío. Así de cruda es la realidad, y hasta que uno no se sube a un ring no sabe de qué habla.
Llamé por teléfono a VA y le pedí que se despidiera de mi parte del entrenador diciéndole que me había tenido que ir a Barcelona por un tema familiar. Nunca volví a pisar la Federación ni volví a ver al entrenador. Tampoco he visto nunca más un combate en directo.

Siempre he pensado que voy a escribir una novela de todo lo que me pasó en aquellos seis meses en la Federación de boxeo, pero para qué, pienso cuando estoy a punto de empezar. Nadie va a publicármela.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Avatar

Anoche tuve el fallo de ir a la inauguración de un bar de copas con mi hijo. Fue una encerrona porque de repente apareció la tía con la que vive. Vino muy puesta, como siempre, y muy digna pidió una copa de vino tinto. Hablamos de tonterías: ella intentando hacerme gracia, y yo contestando a sus preguntas escuetamente. Cuando pidió la segunda copa de vino me largué con viento fresco.

Sobre las once de hoy me ha llamado mi amigo CC, que no veo desde hace quince años, cuando se fue a vivir a Ibiza. Nos hemos visto en el bar de enfrente de mi casa. Ha sido muy agradable el encuentro.
Por lo visto se encontró con mi hijo, su novia y LE, un gran amigo de mi hijo, en la inauguración. Tomaron muchos vinos, y para celebrar haber encontrado a mi hijo, les invitó a dos botellas de Möet Chandon en otro bar. Y allí se armó el belén.
La novia de mi hijo, que como ya he dicho tiene problemas con el alcohol y con unas cuantas cosas más, empezó a meterse con la camarera faltándole al respeto. Incluso le tiró una copa al suelo para que la limpiara. LE, que es un buen tipo, se mosqueó y se peleó con ella hasta el punto que el dueño le pidió a CC que se los llevara.
CC, avergonzado, convenció a la novia de mi hijo para irse a otro lugar. Pero cuando estuvieron en la calle, la tía arremetió contra LE arañándole la cara. Él se defendió y la tiró al suelo. Ella se levantó y le pegó con el bolso, y él la volvió a tirar al suelo. Al final CC tuvo que separarlos mientras que mi hijo, bastante bebido, no dejaba de reír. LE y CC se metieron en el coche del primero y se fueron dejándolos en plena calle. Ella, gritando como una loca y tirando los zapatos al coche, les siguió unos metros.
Lamentable CC lo contará a todo bicho viviente. El saber esto, que no es nuevo para mí, me ha amargado el día más de lo amargado que lo tengo. No sé qué coño ve mi hijo en esa tía, pero está acabando con él.

CC debe de tener los cincuenta años y se conserva de miedo. Sigue siendo elegante, guapo, atlético, y conserva todo su pelo. Es el clásico vividor que no ha pegado un sello en su vida gracias a que recibe desde que nació una especie de asignación de la Casa Real porque es familiar lejano del rey o de la reina, no recuerdo de cual. La asignación, que la tendrá hasta que se muera, no es mucha, pero le permite vivir del cuento sin dar golpe e ir de artista. Y para colmo le compran los cuadros que pinta, que hay que verlos para creerlo de lo malos que son, pero como tiene tan buenas amistades, le compran por compromiso.
A CC lo conocimos mi mujer y yo en una fiesta de esas que organizan los de la alta sociedad. Conectamos enseguida y pasamos a ser parte de su vida. O sea, que nos llamaba todos los días para invitarnos a comer o cenar o a una fiesta. Fue aproximadamente un año muy movido porque íbamos de gorra por los mejores sitios de la isla.
Conocimos a gente muy importante, que aún hoy conservamos su amistad. En aquel tiempo él estaba liado con una pija de Madrid que le ponía los cuernos con todo el que podía. Inclusive lo intentó conmigo, pero yo siempre he respetado las novias de mis amigos, y CC era amigo.
Pero también hay que decir que a CC le iba todo. Metido en faena le daba igual tirarse a un tío que a una tía. Luego, al día siguiente, iba de heterosexual convencido. Era muy gracioso y muy simpático. Aún lo es. Pero su superficialidad era tan grande, que llegaba un momento que te cansabas de oír siempre la misma historia. Y por suerte, un día se peleó en serio con su novia pija.
A las dos de la mañana sonó el teléfono de casa y era él. Histérico me pidió que fuera a su casa, que había pasado algo muy grave. Tardé quince minutos en llegar. Cuando me abrió la puerta me asusté, estaba demacrado y tenía los labios blancos y secos. Se ha tomado un tubo de no sé qué, me dijo muy nervioso señalando la puerta de la habitación de la pija madrileña. Corrí a la habitación y me encontré con la pija desnuda y vomitando sobre el parquet. La vestí como pude y me la llevé a urgencias.
Después de una larga hora salió un médico a preguntarme si yo era familiar suyo. Le dije que no, que era un amigo. El médico me dijo que le habían hecho un lavado de estómago pero que habían tenido algún problema, que esperara y me dirían cosas.
Estuve sentado en la sala de espera hasta las nueve de la mañana. CC ni apareció y yo no me fui por lástima. Pasadas las nueve vi a la pija madrileña salir por la puerta de urgencias y llegar hasta mí. Me abrazó y rompió a llorar. Una enfermera me dijo que el médico quería hablar conmigo. La pija me dijo que la llevara al hotel Bellver del Paseo Marítimo. Cuando la dejé en el hall me pidió por favor que le trajera sus cosas y que no le dijera a CC donde estaba.

Por supuesto que le dije a CC donde estaba su novia, pero él no quiso saber nada. Me ayudó a llenar la maleta de la pija para que se la llevara al hotel. Luego acompañé a ésta al aeropuerto y se marchó a Madrid. Al cabo de un mes CC se fue a vivir a Ibiza, y unos meses después me enteré de que la pija madrileña se había casado con un antiguo novio heredero de una gran fortuna.

Cuando mi hijo tenía veintiún años salía con una uruguaya que no las tenía todas con ella. La que está ahora con él tiene problemas con el alcohol, y la brasileña tenía problemas con la cocaína. Ganaba mucho dinero cuidando casas de ricos, y todo lo que ganaba se lo gastaba en ropa de marca, restaurantes y cocaína. Y mi hijo, que es débil de cojones, la acompañaba. Fue un año terrible porque descubrí que mi hijo se metía coca. Y lo descubrí por un amigo de ella.
Las peleas de mi hijo con R eran continuas. Un día le tiró un cuchillo, otro día le tiró una piedra y le agujereó el cristal del coche, etc. Hasta que mi hijo decidió dejarla. R se volvió como loca y no podíamos quitárnosla de encima. Una noche nos pidió para quedarse en casa a dormir y le dijimos que sí. Sobre las ocho de la mañana nos despertó un fuerte ruido. Encontramos a R en el suelo del baño; se había tomado todos los fármacos que había encontrado.
A las nueve de la mañana ingresaba en urgencias. Mi mujer, acompañados por una amiga, estuvimos hasta las diez de la noche en el hospital esperando que saliera. Cuando le dije a mi hijo que R había salido de peligro, no quiso saber nada.
A las diez de la noche nos llevamos a R a casa. Al día siguiente nos dijo, por milésima vez, que dejaba definitivamente a nuestro hijo. Y que pasaría la Navidad en Uruguay con su familia. El mismo día de Nochebuena hizo la maleta, cogió un taxi (no quiso que la acompañáramos) y se fue al aeropuerto.
Mi mujer, mi hijo, mi suegro y yo respiramos tranquilos, nos habíamos librado de R. Pero a las once nos llamó por teléfono para decirnos que el avión tenía retraso. Menos nuestro hijo, todos nos apiadamos de ella. A las doce y media volvió a llamar. A la una y media llamó por tercera vez para decirnos que por fin ya subía al avión.
Pasaron las navidades y a finales de enero fuimos a una fiesta y nos encontramos con una íntima amiga de R, que nos dijo que ésta había pasado las navidades con ella y que nunca se había ido a Uruguay.
Ahora la vemos de vez en cuando por la calle y sigue están preciosa. Parece que ha olvidado a nuestro hijo.


Esta tarde he visto con mi hijo Avatar de James Cameron. Mi hijo ya estuvo ayer viéndola con gafas, pero hoy la hemos visto normal. Aunque es la historia de siempre, la puesta en escena es soberbia. Ahora tengo que ir a verla en 3D.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Spanish movie

En los años 1970, a cuatro o cinco edificios después del mío, en la planta baja, vivía un matrimonio joven (él debía de tener los treinta años). Una noche tres marineros americanos borrachos entraron en su casa y violaron a la mujer. Él se quedó paralizado ante tan vil acto y no hizo nada.
A los dos días se fue al gimnasio que hay enfrente de casa a apuntarse para aprender kárate. El dueño del gimnasio, que es un viejo conocido mío y que no se las guarda, le dijo que aprender kárate no le iba a servir de nada, porque de lo que se trataba era de valor, no de técnica. Y termino diciéndole, que aunque llegara a ser campeón del mundo de kárate, y volvieran los americanos a violar a su mujer, reaccionaría de igual manera. A pesar de estos consejos, el hombre se apuntó. Al cabo de unos meses se fueron del barrio.

Es cierto, yo lo he podido comprobar personalmente que los que se van a pelear y dicen que son peligrosos, son unos mierdas, al primer puñetazo se pondrán a llorar.
En una ocasión, estaba con una chica en la barra de una disco llamada Barbarella, y se acercaron tres alemanes como tres torres. Uno de ellos me empujó para hacerse un sitio en la barra, lo clásico. Cuando le pregunté qué coño hacía, el tipo se encaró conmigo respaldado por los otros dos. Eran como tres bueyes bufando a punto de pasar por encima de mí. Yo me acojoné, por supuesto.

En esa época no había guardias de seguridad y los porteros eran normales, pero como en Barberalla iban marineros americanos y se peleaban a menudo, contrataron a uno para impedir que eso sucediera.
Pero el tipo, que era mallorquín, y cinturón negro de kárate, era un cachondo que cuando había una pelea nunca estaba allí. Y cuando la pelea era disuelta por los PM, aparecía muy chulo y mandaba a los policía militares que sacaran a los peleones.
Se llamaba G, y la noche en que estuve a punto de ser pisoteado por los tres bueyes alemanes, vi de reojo como G se metía en los lavabos. Perdido y acojonado, cogí mi vaso alto, e imitando a Clint Easwood, amenacé al alemán con rompérselo en la cara. Él tipo vio que iba en serio, y la verdad es que se lo hubiera estrellado en la cara con todas sus consecuencias. Pero la suerte me acompañó y el tipo cedió y se fue a otro lado de la barra.
Más cabreado que una mona, le dije a la chica que nos íbamos, y mira por donde me encontré a G en la puerta. Le dije lo cobarde que era y que me iba a quejar al director para que lo echara a patadas. Él, muy digno, me amenazó con lo peligroso que era pelearse con él y, supongo que porque iba acompañado por una bonita sueca, me dio un suave empujón.
Del primer puñetazo que le solté en el ojo cayó de culo al suelo, luego le pegué una patada a los huevos, pero no acerté del todo. Se levantó como una furia y me mató con la mirada. Entonces le pegué otra piña que lo hizo caer contra la mesa del taquillero. En ese momento nos separaron y él, agarrado por los demás, empezó a amenazarme de muerte. Me reí en sus narices y me fui.
A pesar de que yo iba casi cada noche a la discoteca, nunca más me dirigió la palabra y me evitó siempre. Una noche me dijeron que ya no trabajaba allí.

El que te quiere pegar, puedes estar seguro que no te avisa ni te dice que es cinturón negro de lo que sea. Te endiña la primera y ya no para. He visto a un españolito bajito pegar una paliza terrible a un alemán de dos metros. He visto peleas terribles que han terminado en el hospital. Habló de los años 1970 y 1980 cuando casi nadie denunciaba una pelea.
Cuando uno te dice que puede ser peligroso si te pega, puedes relajarte, ni se atreverá a tocarte. Aunque siempre hay excepciones. Yo he conocido (a dos de ellos los veo de vez en cuando) a unos cuantos que han practicado artes marciales y son realmente peligrosos, pero no por sus conocimientos orientales, no, sino por su mala leche. Y cuando estás en el suelo hecho una piltrafa, te enteras de que son cinturón negro de no sé qué, y normalmente no son ellos que te lo dicen.

Anoche fui a coger el ascensor después de una reunión para un posible trabajo y B pasó junto a mí y me susurró que era un hijo de puta. Yo me giré y me encaré con él. Y como un toro a punto de embestir, me recordó la paliza que meses atrás le pegamos un amigo mío y yo. Explico la pelea.
B es un tipo prepotente que además de cinturón negro de judo hace halterofilia, o sea, que está capullo el cabrón. Va por la vida diciendo a los demás lo que tienen que hacer, y hasta que conoció a mi amigo, no le había pasado nada. Pero cuando a mi amigo le dijo que era un borracho cocainómano, el primer puñetazo que recibió lo dejó acojonado. Luego vinieron unos cuantos más. Además de las patadas que yo le endiñé cuando estaba en el suelo. Su novia y un amigo suyo, se lo llevaron con la cara hecha un mapa. Esos sí, amenazándonos de muerte. Lo clásico en los cobardes.
Esa misma noche nos denunció, y por una de esas casualidades, un amigo policía, que estaba de guardia esa noche, es amigo de mi amigo y se lo dijo.
Mi amigo, un cabrón muy noble, lo esperó una noche a la salida del trabajo y le dijo simplemente que si no quería tener problemas serios de verdad, retirara la denuncia. B se lo pensó bien y así lo hizo.
No se puede ir por la vida de prepotente y pretender que nadie te haga nada. Yo he conocido a muchos chulos, pero con cojones, de los que te dicen hijo de puta y a continuación te pegan una paliza o se la pegas tú. Y también he conocido a muchos chulos cobardes, que van perdonando vidas, pero que cuando les hacen cara, se mean del susto.

Anoche, cuando B se puso a amenazarme por la paliza que recibió, yo estaba tranquilo porque se que es una nenaza con cinturón negro de judo y que con cuatro llaves me puede matar. Por eso estaba tranquilo, aunque sí nervioso porque las peleas me suben la adrenalina. Me amenazó mil veces y repitió que mi amigo era un borracho y un cocainómano (que es verdad) y así siguió faltándome al respeto.
Me tuve que reprimir de mala manera porque la cosa hubiera acabado muy mal, sobre todo para él. Pero como en el fondo B me cae bien y es un tipo competente en su profesión, intenté terminar la discusión lo mejor posible. Al final nos tranquilizamos un poco y nos prometimos ignorarnos mutuamente.

No entiendo a este tipo de personas que van de prepotentes por la vida y se creen los más inteligentes y en posesión de la verdad, cuando son unos mierdas importantes. No creo que B sea un mal tío. Algo le habrá pasado de niño o de adolescente para que se comporte de esa manera tan desagradable. Además, está en contra del alcohol y la droga de una manera muy radical. Yo mismo estoy en contra de la droga y el alcohol, pero no me sulfuro cuando hablo de ello ni maldigo a los borrachos y a los alcohólicos. Según él, habría que cerrarlos en campos de concentración para que no molestaran a nadie. Uno que tiene esas ideas está jodido, pero quién se atreve a decírselo cuando está hecho un toro. Parece que lo han esculpido, hasta el pelo lo tiene erizado. Da miedo la nenaza.

El setenta por ciento de los que van a judo y a kárate es porque tienen problemas psicológicos o son cobardes. No van a aprender un deporte van a aprender a pegar. A defenderse. Pero yo os puedo asegurar que son más peligrosos los delincuentes habituales que los cinturón negro de lo que sea.
Pasé mi adolescencia jugando en los futbolines del barrio chino de Palma, que ya no existe, por cierto, y cada día estaba metido en peleas. Era lo normal. Y los que realmente eran peligrosos eran los que no te decían nada, te atizaban y punto. Aunque fuera por la espalda. Allí no había reglas ni reverencias, allí se liaba una pelea por nada.
Un día le pegué una paliza a uno que le llamaban el Sastre. Cuando lo dejé en suelo con la cara ensangrentada y le di la espalda, cogió una piedra y me la tiró en la cabeza. Luego huyó corriendo. Siete puntos de sutura me tuvieron que dar. Si en lugar de estar de espaldas hubiera estado de frente, a lo mejor hubiera perdido un ojo. Y así muchas.
En esa época yo me compré una navaja, como la mayoría de mis amigos del barrio chino, y un día me pegué con el Cordobés, un tío dos palmos más alto que yo, y me dio una buena tunda. En un momento dado, cuando me vi perdido, saqué la navaja y fui a pincharlo. Menos mal que llegó en ese momento un gran amigo e impidió que la cosa acabara mal. Se encaró con el Cordobés, y éste se acobardó. Mi amigo era de los que pegaba primero y luego preguntaba.
Al día siguiente tuve la gran idea de tirar la navaja porque me di cuenta de que yo, en una situación crítica, podía ser peligroso. Mi experiencia en la vida me ha demostrado que tenía mucha razón. Por eso nunca he llevado un arma encima, ni en los peores momentos.

Ser cobarde no es ninguna enfermedad ni es ninguna desgracia: se es o no se es. Yo, por ejemplo, yo soy cobarde por naturaleza, mi padre ya lo era, pero eso no quiere decir que no nos defendamos cuando nos agreden. Somos unos cobardes entre comillas. Nadie me ha pegado un tortazo que yo no se lo haya devuelto. Miento. Ahora me acuerdo que cuando tenía uno diez años cuatro chicos me pegaron una paliza porque yo antes se la había pegado a uno de ellos. Cuando me pegaban dentro de un portal yo no tuve cojones de levantar la mano, incluso se me saltaron las lágrimas. No me hicieron demasiado daño, pero cuando me dejaron en el suelo me sentí el ser más cobarde del mundo.
Al día siguiente, respaldado por dos amigos míos (uno de ellos era el que se enfrentó al Cordobés) fui en busca del culpable y le pegué otra paliza hasta que de rodillas me suplico llorando que no le atizara más. El mes siguiente lo pasé con el miedo en el cuerpo mirando a todas partes.
Por cierto, el Cordobés es alcohólico y lo veo de uvas a peras por la calle. Nos saludamos y hablamos de los viejos tiempos. Mi gran amigo, el que siempre me defendía, tuvo Parkinson a los cincuenta años, y el que lo acompañaba aquella noche que me vengué, también es alcohólico y estuvo siete años en la cárcel por un atraco a mano armada. Ahora tiene un bar de mala muerte en Lorca, Murcia.

O sea, que ya lo sabéis, a los que presumen de cinturón negro de lo que sea, podéis atizarles. Aunque eso sí, a mis cincuenta y siete años he llegado a la conclusión de que la violencia se tiene que utilizar en el último extremo, cuando se ha agotado el diálogo, cuando el que tienes enfrente te empuja o te pega. La violencia no lleva a ninguna parte, es el arma de los tarados, de los gilipollas, de los que no saben hacer la O con un canuto, es el recurso de los mierdas. Por eso yo, que soy violento por naturaleza, la repudio.
Lo único que puedo decir en mi defensa, es que en las muchas peleas que he tenido en mi vida, nunca he pegado yo primero ni he provocado a nadie a pelear.


Por cierto, esta tarde asquerosa de domingo he ido con mi hijo a ver la mierda de Spanish movie. Lo peor del caso es que uno de los críticos tarados de Fotogramas dice que es buena. Así, ¿a dónde vamos a llegar con el cine español?

lunes, 7 de diciembre de 2009

El informe pelícano

Son las cuatro de la madrugada del domingo cuando escribo esta mierda:
Hoy me ha invitado mi mujer a comer en su casa y después de hacerlo, he conseguido llevarla a la cama. Hacía un mes que no follábamos (hacíamos el amor). Ha ido regular porque mi pene aún no funciona del todo bien, pero hemos hecho lo que hemos podido. Supongo que cuando supere la depresión en la que estoy metido, mi polla volverá a ser la de antes.
A las cuatro nos hemos puesto delante de la tele y nos hemos entretenido viendo El informe Pelícano, protagonizada por Julia Roberts y Denzel Washington, dirigidos por el estupendo artesano Pakula. Interesante film que aún no había podido ver.
Después hemos ido a cenar a casa de PG, que está casado con una pija gilipollas que dice que es apolítica cuando todos sabemos que es más de derechas que Rajoy. Es funcionaria y gana una pasta gansa sin hacer casi nada, como la mayoría de los funcionarios. Sus temas preferidos de conversación son las marcas, los coches, el veraneo, y las amistades importantes, en la que entra doña Leticia.
Es casi casi tan superficial como AD, una azafata que se ha retirado con 57 tacos y es lo más superficial que he conocido en mi vida.
Cuando vas a cenar en casa de AD, que tiene un bonito ático en el centro de la ciudad, con unas vistas maravillosas, tienes que aguantar su rollo patatero que consiste en contarte todo lo que compró en su último viaje.
AD es fea de cojones, y hace diez años se casó con un francés de piel oscura y de padres moros. Lo encontró sirviendo en un bar de copas. Ahora el francés vive de puta madre y le pone los cuernos con todas las que puede, que son muchas porque por lo visto, además de guapo, está bien dotado. Esto último lo sé porque AD se lo contó a mi mujer.
AD es una de las personas más superficiales que he conocido en mi vida. Yo nunca la he podido soportar, y ella, supongo que lo sabe. Pero por mi mujer, nos dejábamos invitar a cenar de vez en cuando.
Conocimos a AD en el aeropuerto de Palma. Era una mujer que llamaba la atención de lo fea que era; aún lo es, aunque ahora su fealdad se ha asentado, relajado. La primera vez que salimos juntos nos hizo saber que era de muy buena familia. La segunda vez fue en una comida que organizó un pintor amigo nuestro que estaba arreglando una casa vieja. Por aquella época AD estaba sola y mi mujer, que es una buena samaritana, la invitó a que nos acompañara.
Hasta ahí bien, pero al día siguiente nos llamó nuestro amigo pintor y nos dijo que AD se había follado a uno de los albañiles. No podíamos creerlo, tan fina y elegante (porque eso sí que lo era) metida en la cama con uno de aquellos hombretones que arreglaban la casa. Fue una sorpresa para nosotros. Pero lo más gracioso fue que nuestro amigo pintor nos llamaba cada día para pasarnos el parte. Por lo visto AD tenía ganas de follar todo el día. Entonces comprendimos porque la azafata se iba cuatro y cinco veces al año a Brasil.
Más tarde, cuando se hizo a miga de mi mujer, le dijo que en un día se tiraba uno o dos mulatos en Brasil. Les invitaba a comer y les compraba algo de ropa y al hotel. Una noche, que bebió más de la cuenta, le dijo a mi mujer que era ninfomanía, y que no podía estar un día sin follar.
Actualmente, con el francés no sé como lo debe de hacer, pero la verdad es que cuando los vemos, que es de uvas a peras, los vemos muy felices. Una curiosidad de AD es que en Navidad adorna su casa como lo hacen en Norteamérica. Y lo hace copiando en revistas americanas. La verdad es que es una pasada su casa en estas fiestas.

La esposa de PG no es tan fea como AD, pero tampoco es guapa. La diferencia con la azafata, es que ésta siempre está contenta y es muy agradable. Te llega a caer hasta simpática, en cambio la esposa de PG, llega a ser borde. PG está hasta los cojones de ella, que es la que tiene el dinero. Él está en el Paro y cobra nuevecientos euros al mes. Que se van directamente al banco para pagar la hipoteca del piso.
Porque aunque los padres de ella son millonarios, no la ayudan prácticamente en nada, ya que el padre piensa que PG se ha casado con ella por las pelas. Ella cobra un buen sueldo y su madre paga el colegio inglés y la ropa (toda de marca) de los niños, a escondidas de su marido.
La vida de PG es más triste que la del francés, aunque los dos están con sus respectivas mujeres por interés. Porque el francés hace lo que le sale de los cojones, pero PG está controladísimo.
Para terminar este dramático texto, el otro día PG me contó que su mujer le había dicho de todo por haber comprado una tableta de turrón (yema tostada) de dos euros de la marca Hacendado. La tuvieron gorda, y al final tuvo que ir a devolver la tableta de turrón a Mercadona.
Su encantadora mujer alegó al respecto, que su madre les iba a regalar, como todos los años, una cesta de navidad con turrones de marca.

Otra mujer muy superficial que conocí hace muchos años era la esposa de un gran amigo (ahora sólo nos decimos hola y adiós) de juventud. Era una asturiana guapa, baja y gorda, que estaba suscrita a todas las revistas del corazón y que sólo vestía con marcas. Solíamos ir de vez en cuando a su casa a comer o a cenar, y un día BE se retrasó porque había ido a correr en bicicleta. La bronca por llegar quince minutos tarde fue de órdago. Mi mujer y yo nos quedamos helados y sentimos vergüenza ajena.
Pero realmente la bronca no era por llegar tarde, era porque la gorda no quería que practicase el ciclismo porque lo encontraba un deporte para pueblerinos muertos de hambre. Mi amigo dejo de ir en bicicleta y ella lo apuntó a un club de squash.
Al día siguiente de la famosa comida, le dije a BE que era un calzonazos. Desde entonces dejé de ser amigo suyo, y cuando nos vemos por la calle, muy de vez en cuando, siempre intenta recuperar mi amistad, pero yo no le dejo.
Nunca he soportado a la gente superficial y, menos a los calzonazos.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Ágora

Ayer tarde fui a ver Ágora de Amenabar y a los veinte minutos me dormí. Me desperté cuando faltaban unos veinte minutos para terminar. El sello de calidad y el buen saber hacer de Amenabar es indiscutible, pero de la película no puedo opinar porque me dormí.
Cuando llegué a mi casa me encontré con mi hijo que estaba cogiendo unos libros. sin que yo le pidiera nada, me dijo que no iba a dejar a su novia sola estas navidades. Yo le dije que bien, que me importaba un rábano lo que hiciera, que ya tenía veintisiete años.
Entonces, se enfadó y volvimos a discutir sobre la pedorra con la que está. Hay que decir que su novia lo está manteniendo hace dos meses porque él no tiene un duro. Lamentable.
Por la noche tenía en mi correo la siguiente carta.
Dices que yo soy lo mejor que te ha pasado, pues mira, la borracha, hija de puta, cabrona, drogadicta y desgraciada es lo mejor que me ha pasado a mí, porque es la única persona que me ha querido, amado, de verdad.
La dejaré, porque eso lo tengo claro, pero también tengo claro que es la única persona que me ha dado todo lo que ha tenido pudiendo pasar de mí olímpicamente. Tú creerás que era una puta, como yo mismo antes de conocerla bien, pero permíteme que te diga una cosa: puedo aguantar cualquier cosa (tú mismo me has entrenado para ser un campeón en el campo de la extenuación) menos la infidelidad.
Ella puede ser muchas cosas, pero no es puta ni mala persona. Cuando bebe habla demasiado, sí, aunque nadie es perfecto, y menos cuando se es bueno y desprendido y, al final, cuando las cosas cuentan de verdad, las cosas se hacen de corazón. Nadie, nunca, me ha tratado con tanto amor... Es verdad que ha hecho cosas malas (montar pollos), pero, por otro lado, se ha portado conmigo como nunca nadie lo había hecho.
No espero que lo entiendas ni me creas, pero es la verdad. Me quiere, me ama, y lo hace como tú nunca has sido capaz de hacerlo por mucho que hables. Y no es un problema de cama (por desgracia no), sino de cosas que siento y no conocía.
Me da igual que no aceptes la realidad, pero así es, y, te advierto una cosa, algo que deberías saber, no es mejor el que está más acompañado, sino el más sincero y bueno y puro... y ahora llega la Navidad de los cojones...a buen entendedor, pocas palabras bastan.