miércoles, 23 de diciembre de 2009

Planet 51

He ido con mi hijo a ver Plante 21 y me ha entretenido mucho. Menos mal que los productores encargaron el guión a un norteamericano, de lo contrario la película hubiera sido aburrida. En este país hay muy pocos guionistas buenos.

Me acuerdo perfectamente de la noche en que el hombre pisó por primera vez, si es que la piso, la luna. Yo iba caminando por la calle San Magín en dirección a la disco Babel’s. Y pasé por enfrente de un barucho casi vacío en el momento que Armstrong pisaba el planeta. Me paré en la calle a verlo, y recuerdo que había un borracho sentado a una mesa que dijo que a él le importaba un huevo la luna y su puta madre.
Era verano y desde la calle pude ver en blanco y negro como los americanos pisaban la luna. La verdad es que no me impresionó, lo vi con curiosidad durante cinco minutos para luego seguí mi camino. Yo era como el borracho: me importaba un huevo que los americanos pisaran la luna.
Pero no me acuerdo de aquella noche por lo de la luna, me acuerdo por lo que luego pasó. A principios de 1970 yo salía de marcha casi a diario, eran los últimos años en que Mallorca estaba infestada de nórdicas buscando latin-lovers. .
La historia empieza a ser emocionante cuando salí de Babel’s sobre las cuatro de la madrugada, bastante animado, con intención de irme a dormir. Y subiendo por la calle Argentina se paró justo a mi lado un deportivo descapotable: el Florida de mi amigo JM, el francés. Lo acompañaban dos suecas de revista. No dude en subirme al descapotable que salió disparado hacía el Paseo Marítimo. Con el viento en la cara, con la música a tope de los Bee-Gees, llegamos hasta el Coll d’en Rebassa, donde el francés tenía un pequeño piso de dos habitaciones que empleaba para llevar a los ligues. Se lo había dado su abuela, que era una payesa mallorquina con dinero.
Ya en el salón puso más música y abrió una botella de champán (no de cava) y a ritmo de The Who, empezamos a bailar y a beber. A mi sueca le gusté enseguida y entró al trapo, en cambio la de él no tragaba.
Lo peor que podía hacer una chica a JM era pasar de él, no querer rollo. Se ponía histérico, capaz de hacer cualquier cosa, excepto agredirle. Era pacífico con las mujeres, todo lo contrario que con los tíos.
Entre baile y baile la cosa se calentó y yo me llevé a mi sueca al dormitorio, y con los gritos de fondo del francés, le empecé a meter mano, pero cuando fui a tirar de braga, me cogió la muñeca y me dijo que ella el primer día nada de nada. No me importó porque yo con las mujeres siempre he tenido mucha paciencia. Le dije que no se preocupara, y entonces oímos un portazo. Nos besamos un poco más, le volví a tocar los puntiagudos pechos sobre la camisa, y oímos otro portazo. Y pocos segundos después oímos los gritos de la sueca que parecía venir de la calle. Nos levantamos y abrimos la ventana.
En el balcón de nuestra derecha (estábamos en un primer piso de un edificio de cuatro) estaba JM en calzoncillos gritándole a la sueca que se largara a calentar a otro y que no molestara. La había echado del piso desnuda. La sueca estaba en plena calle desierta en pelota picada.
Corrí a decirle a JM que si no dejaba entrar a la sueca aparecería de un momento a otro la policía. Lo tenía que haber dicho más tarde porque al instante pasó un celular por la carretera principal y se paró al ver la chica desnuda. Los policías se llevaron a JM y se pasó la noche en comisaría. Las dos suecas se fueron en un taxi. Al día siguiente salí a cenar con mi sueca y estuve enrollado con ella un largo año. Se llamaba Ulla, era enfermera y había nacido en Lund. No fue un año seguido, sino intermitente. Una noche me encontró besándome con otra sueca en una disco y me dejó. Siempre conservaré un grato recuerdo de ella, que por cierto, era preciosa.

En cuando JM, el francés, era todo un personaje que había nacido en Francia aunque sus padres eran mallorquines. Fue uno de mis grandes amigos en la época de la suecas. Con él hice de todo o casi de todo. Me corrí las mil juergas y las mil borracheras. Y casi siempre nos acompañó Giovanni, y a veces su hermano Gabriel, con el que una noche me pegué una paliza. Luego nos hicimos grandes amigos, pero al final volvió a Francia y nunca más lo he vuelto a ver.
JM era bajo, fornido, y ni guapo ni feo, normal. Ahora, eso sí, con un rollo imparable. Hablaba malloquín, castellano e inglés, con un terrible acento francés. Y por supuesto también hablaba francés. Estaba casado y tenía dos hijas, pero no les hacía ni puto caso, pero sí las mantenía, porque el francés era el único de los tres que trabajaba. Su profesión era la de camarero y siempre encontraba trabajo en bares o cafeterías llenas de tías. Ligábamos por un tupo porque cuando llegábamos al local, enseguida nos pasaba el parte de las que nos interesaban más. Era todo un picador (ligador) profesional. Tengo muchas historias que contar del francés, pero sólo contaré una con la vais a flipar.

En una de tantas noches locas, a finales del sexto y último año de mis salidas, conocimos a una noruega y a dos finlandesas. La primera me la quedé yo, y la segunda y tercera fueron para Giovanni y JM. Nos lo pasamos de miedo yendo de local en local, hasta que en el último que entramos (serían las seis de la mañana aproximadamente) conocimos al conde no sé qué de por Valladolid, al menos es lo que el dijo.
Era un tipo esquelético y con perilla. Nos invitó a las copas que quisimos y se integró en la fiesta que los seis llevábamos arrastra. Al final acabamos bañándonos en la playa de la Ciudad Jardín, la más cercana a Palma. Después, el conde nos invitó a la última copa en su casa. Giovanni y yo declinamos la invitación, pero JM aceptó y se fue solo con el conde.
A las nueve del día siguiente, que recuerdo que estaba lloviendo, oí que gritaban mi nombre en la calle. Me asomé y vi al francés. Necesito hablar contigo, me gritó.
Diez minutos después estábamos en el bar de enfrente de mi ático alquilado. JM estaba pálido, ojeroso, pero había desaparecido la borrachera con la que le dejé en la playa. Lo primero que me dijo fue que a lo mejor había matado al conde de un par de puñetazos. Me quedé helado.
Según él, el conde lo había llevado a su casa, un piso en primera línea de la playa del Arenal. Allí bebieron unas cuantas copas más, y en un momento dado, el francés empezó a bailar y desnudarse. Así era JM. Hacía estas cosas por diversión, para llamar la atención, pero el conde se lo tomó de otra manera y también se empezó a desnudar al ritmo de Los Beatles, del que era un forofo. Y cuando los dos estaban en calzoncillos, el conde le metió mano a la polla, que por cierto, JM estaba muy bien dotado a pesar de su metro sesenta y cinco de estatura.
JM se enfadó y le pegó un par de puñetazos dejándolo sin sentido. Y para rematar la cosa no se le ocurrió otra cosa que llevarse el enorme anillo que el conde llevaba en una mano. Pensó que como era maricón no lo denunciaría.

JM estaba desesperado y muy nervioso sin saber qué hacer. Él nunca había tenido un problema serio con la justicia. Cuatro peleas y punto, pero aquello era diferente. Y para colmo había robado un anillo. Le dije que si yo estuviera en su lugar me entregaría. Él estuvo de acuerdo y me pidió que lo acompañara.
Lo dejé a unos metros de la jefatura, para que no me empezaran a hacer preguntas.
Al conde no le pasó nada pero lo denunció por agresión y robo, pero como JM se entregó, sólo pasó un mes en la cárcel. Nadie fue a visitarlo.

Ahora lo veo de uvas a peras, pero sé que vive muy bien con una mujer veinte años más joven con la que ha tenido dos hijas más y un hijo. En su momento heredó de su abuela su parte que se gastó en sucesivos y fallidos negocios. Pero por lo visto, y según me contó la última vez que lo vi (hace dos años), actualmente vive muy bien cuidando la casa de unos árabes millonarios que vienen tres veces al año a la isla.
Cobro una pasta, utilizamos toda la casa cuando no están los hijoputas de los árabes, y cuando aparecen con toda su corte, lo primero que me piden es que los lleve de putas, ¿te lo puedes creer?, me dice en castellano con su eterno acento francés.

6 comentarios:

Markus dijo...

las mujeres suecas son hermosas! siempre tenemos amores que nunca olvidaremos

Unknown dijo...

me hizo mucha gracia lo dicho en castellano con acento frances jaja

MFe dijo...

Te deseo una FELIZ NAVIDAD!!

Solci dijo...

Buena historia.
Gracias por los comentarios en el blog, si a veces no hago lo mismo es porque no tengo muchas palabras dando vueltas en el momento en que leo.
Siga yendo al cine que hace bien al alma.
Saludos :)

Complice de todos dijo...

Aún siendo 5.50 me la leí, realmente interesante
y planeta 51 la vi, no la puedo ni juzgar por la poca atencion que le preste entre mi hnito y hna, pero bueno.
Felices fiestas.

Arash dijo...

Pues sí, hay que tener fé!

FELIZ NAVIDAD! :)