jueves, 19 de noviembre de 2009

2012

Me resisto a seguir escribiendo este blog de mierda. Es evidente, ¿no? Pero José Antonio, mi médico, me dice que si no continuo va a tenerme que dar medicación para la depresión. Ahora tomo cada día dos Lexatils y dos aspirinas, aparte de mis pastillas para la tensión. No sé si servirá de algo, pero quiero convencerme de que sí.
Por otra parte, y para hablar de algo porque no se me ocurre nada, llevo más de un mes comiéndome el coco con una mancha que me ha salido en el pecho (soy obsesivo con las enfermedades y siempre pienso en lo peor) y el viernes pasado me decidí llamar a mi amigo AM, uno de los mejores dermatólogos de este país, y contarle por teléfono mi preocupación. Enseguida me dijo que me pasara por su consulta, y lo le dije que no tenía dinero. Entonces se enfadó conmigo. Me enorgullece tener amigos como AM.
La mancha marrón de mi pecho no es más que mis cincuenta tacos, me dijo AM. Fijaros bien lo depresivo que estoy, que cuando he salido a la calle me he puesto a llorar como un niño. No porque no tuviera cáncer, sino porque aún, quizá, vea a mi hijo colocado (en el buen sentido de la palabra) y feliz. No soy nada original. Lo del hijo es lo que todo hijo de buen vecino desea.
Por cierto vivo más solo que la Una. Mi mujer la veo de uvas a peras; ya ni siquiera hacemos el amor (creo que llevo dos semanas sin hacerlo) y mi hijo ni aparece por casa.

Esta tarde he ido a ver 2012, del mismo director de El día después. Ha sido la historia de siempre, y con unos efectos especiales que te cagas. No puedo creerme que puedan hacer lo que vemos en la pantalla. Es increíble. Ha sido entretenida, pero te deja un mal sabor de boca pensando que puede pasar.
En el cine me he llevado una grata sorpresa al encontrarme con una ex miss con la que tuve un rollo hace muchos años. La he encontrado muy desmejorada, aunque aún conserva cierta belleza de la que tuvo.

Hace unos veinte años nos contrataron a los dos como modelos para una campaña publicitaria de un hotel de Menorca. Allí nos conocimos y nos hicimos amigos. Ella acababa de romper con su novio de toda la vida por problemas que le acarreó el ser miss el año anterior. Estaba muy deprimida. Yo, para no variar, me la intenté ligar, pero sabía que tenía que hacerlo con delicadeza; que ella tuviera la sensación de que yo le hacía un favor al tirármela. Y jamás le hablé mal del novio, al que incluso le tiré algunas flores. Me encontró tan comprensivo que me dejó que la follara.
Era una preciosidad y le encantaba que le diera por detrás, disfrutaba más que por delante. Fue la primera mujer que la penetré por la retaguardia, nunca antes lo había hecho.
Fueron dos días (de la semana que estuvimos) maravillosos. Follábamos a la menor oportunidad. Luego, cuando aterrizamos en Palma, me dijo que quería darse un tiempo y que necesitaba pensar. Tarde unos diez años en volverla a ver.

Yendo con un amigo hacia Paguera, nos paramos a poner gasolina al mismo tiempo que un Rolls Royce impresionante se paraba junto a nosotros. Y su conductora, una rubia cuarentona impresionante, me sonrió dejándome anonadado. Disimuladamente le dije a mi amigo que la rubia explosiva del Rolls me había sonreído. Te habrás equivocado, eso sólo ocurre en las películas, me dijo.
Los dos nos quedamos perplejos hasta que decidí actuar. Salí del coche y me acerqué a ella y, actuando, le dije que no estaba acostumbrado a que una mujer rubia me sonriera. Que las morenas sí me saludan normalmente y me tiraban piropos, pero que las rubias, por no se sabe que razón, no se lanzaban. Algo parecido a esta gilipollez dije.
La mujer me miró y me sonrió con una dentadura de estrella de cine. Luego me dijo que yo seguía como siempre. Al decirme esto me quedé sorprendió porque pensé que me conocía. Pues sí, me conocía, era la miss de Menorca, la que le gustaba por detrás. Nos saludamos, hicimos un par de bromas, le presenté a mi amigo; todo eso mientras llenaban nuestros respectivos coches de gasolina. Le dio tiempo a decirme que estaba casada y tenía dos niños. Luego se marchó.

Aproximadamente dos o tres años más tarde coincidimos en una comida en la finca de un amigo en común, Ella vino acompañada de su flamante marido; un atractivo tío de cincuenta años de esos que parece que siempre llevan traje aunque no lo lleven. Por lo visto se había forrado importando coches de lujo del extranjero. El Rolls se lo había regalado a la ex miss como regalo de su cumpleaños.
Aquel domingo le di por culo a la ex miss en los baños del primer piso mientras que su guapo marido hablaba del mucho dinero que ganaba con su negocio, Tuve que darle una toalla para que la mordiera de los gritos que daba. Luego se sacó del bolso una Visa oro y una papelina. Preparó dos rayas y me ofreció una. La rechacé y se las metió las dos sin pestañear.
Sería difícil calcular lo que bebieron la ex miss y su guapo marido. Basta decir que nuestro amigo les dejó una habitación para que se quedaran a dormir porque no se aguantaban de pie.
Tendrían que pasar diez años más para verla de nuevo. Y ha sido esta tarde y en el cine. Verla sola allí, en el cine, me ha dado mucha pena. Su sonrisa ha perdido aquel brillo de antaño, y sus dientes tienen un cierto tono verde de fumar. Se ha cortado la cabellera rubia y se ha teñido el pelo de negro. Me ha invitado a cenar y le he dicho que no, que tenía un compromiso. Luego me ha dado su número de móvil y me ha dicho que su marido se había suicidado hacia dos años en Berlín, donde vivían sus cuatro hijos. Ahora ella vive sola en un apartamento en el Paseo Marítimo con una ecuatoriana que le limpia y le hace la comida.

Me considero un desgraciado, pero cuando veo a estas personas que formaron parte de mi pasado, es terrible. Me encuentro más mal que antes de verlos, aunque, por increíble que parezca, me siento un hombre con suerte comparándome a ellas. Yo me equivocado en casi todo, pero siempre he conservado mi dignidad intacta, nunca me he vendido. Es lo único que tengo: mi nobleza. Sé que parece ridículo decir estas cosas, pero es la puta verdad. Soy un mierda, pero con dignidad, y puedo seguir caminando por ahí con la cabeza alta y mirando a los ojos.

9 comentarios:

Adrianos dijo...

una gran palabra la dignidad. Me alegro mucho que tu lo puedas hacer. Aunque no tengo ni Rolls ni equatoriana que me limpie... también a veces me siento algo vendido... algun día recuperaré esta dignidad que he perdido para poder ganarme un buen sueldo :-(
me alegra volver a leerte por aqui... tus historias son buenas aunque hijo... en el mundo que te has visto envuelto solo veo desgracia . . . aunque si, vidas intensas al limite.

Paris Quelart Budó dijo...

Me lo he pasado muy bien, Adrianos. Lo que pasa que ahora, gracias a las circunstancias, toca la hora de las lamentaciones.

CorazónCoraza dijo...

Hola.
Escribiste en mi blog.
Espero podamos comunicarnos.
Dale :)

Adrianos dijo...

no no no... lamentarse no :-) es tu vida y todavía tienes mucha por delante. Es un bajón en la curva... pero ya veras :-)

Ramón de Mielina dijo...

Dignidad... poca gente la tiene

Anónimo dijo...

Que cuesta envejecer con dignidad, cuando mas mal estamos suceden cosas como esa, que sin lugar a dudas suelen hacernos sentir peor, uuff
un abrazo

Unknown dijo...

me he leido todo tu blog, creo que tenemos algunas cosas en común, espero seguir leyendote

suicida dijo...

La dignidad no la perdemos, nos la arrebatan.
Un blog cojonudo, así que yo encantada que le hagas caso a tu psiquiatra...

Besos suicidas

Paris Quelart Budó dijo...

No estoy de acuerdo, Suicida. La dignidad es lo único que los pobres o los de cualquier clase social, pueden conservar. Es lo que dignifica al ser humano,lo hace grande sin necesidad de dinero ni poder.