domingo, 18 de octubre de 2009

Separados

Mi hijo ha hecho su tercera subasta con su socio y amigo Rico, un pijo tonto del culo que se acaba de casar con una sudafricana. Los dos crearon hace sesi meses una empresa de subastas que es un auténtico fracaso. Rico pone la pasta y consigue las antigüedades y mii hijo es el relaciones públicas. Casi nada.
A la subasta asistieron unas doscientas personas de lo mejorcito de Palma, pero sólo compraron un cuadrito del siglo XIX y una escultura pequeña de no sé quien. Un fracaso. Mi hijo no tiene suerte con los negocios. Ahora, eso sí, con las mujeres es un lince. Actualmente vive mantenido por una tarada catalana de muy buen ver, que no asistió a la subasta porque ni mi mujer ni yo nos llevamos bien.
La subasta se realizó en una galería de un complejo de lujo y entre copa de cava, canapé y diálogos absurdos, me he enteré de que la anterior directora de la galería está muriéndose de cáncer con treinta y cuatro años. Me quedé helado ya que la conocía y la consideraba una tía cojonuda. Al día siguiente intenté ponerme en contacto con ella, pero esta ilocalizable, y lo comprendo, yo haría lo mismo.
La vida es una puta mierda. Los hijos de la gran puta de Franco y Pinochet murieron viejos y mi amiga va a morir joven. Me pregunto por qué coño nació si se iba a morir tan pronto. Son incógnitas de nuestra existencia.
Estoy muy deprimido y no salgo adelante, si al menos tuviera un trabajo me cansaría físicamente y no le daría tanto al coco. Todo es una mierda.
Ayer, sábado, me invitaron al cumpleaños de la vieja actriz catalana y me encontré con mi mujer, que también estaba invitada. La actriz cumple 60 años.
A las tres de la mañana mi mujer y yo nos fuimos de la fiesta, y en el coche le conseguí, a duras penas, dar un par de besos, luego, después de media hora larga, la convencí de que me dejara ir a su casa. Allí, hicimos toda la parafernalia que se suele hacer antes de hacer el amor (follar), pero mi polla no funcionó como toca; no empalmo del todo, aunque los dos pudimos llegar al orgasmo.
Ya, fumando el cigarrillo que toca, empezó a meterse con mi situación económica y acabó diciéndome que ya ni servía para follar. Me largue a las cinco dando un portazo.
Mi mujer tiene razón, ya no sirvo ni para follar. Menos mal que no soy un tipo obsesionado con el sexo, como la mayoría de mis amigos y conocidos, que no pueden estar sin follar, tengan la edad que tengan.
Os voy a contar como es uno de mis mejores amigos, de sesenta años muy bien conservados, que precisamente me lo encontré en el cumpleaños de la vieja actriz. Lo llamaré Giovanni, por su gran admiración por los actores italianos, a los que tanto ha imitado a la hora de ligarse tías.

Giovanni es uno de los tipos más divertidos que he conocido en mi vida… cuando va bebido. Sin alcohol es un tipo con bastantes problemas psíquicos. Por ejemplo, con un gran complejo de inferioridad. Pero vayamos atrás, cuando tenía mucho éxito con las mujeres, sobre todo las de clase media tirando a baja. Porque su especialidad son las proletarias, que domina a la perfección. Son sus preferidas porque con ellas se siente superior.
Mi querido y apreciado amigo Giovanni era una especie de desequilibrado mental capaz de hacer cualquier barbaridad para llamar la atención. Podía hacer lo más imprevisible, desde desnudar a una extranjera en plena calle o bajarse los pantalones para enseñar el culo en un restaurante.
De constitución fuerte y estatura media, Giovanni era el prototipo de latin lover de los 60, que volvía locas a las extranjeras. Follador empedernido (aún lo es), de derechas, obsesionado con la limpieza, y conservador hasta la médula, se paseaba por la vida con un amasijo de contradicciones en su cerebro que lo hacían diferente.

A principios de los 60 yo pasaba los veranos en casa de mi abuela, y la casa de al lado era la de sus padres. Ya por aquel tiempo, Giovanni era el terror de los cuatro vecinos. Siempre estaba metido en líos, cuando no se estaba pegando con sus hermanos a puñetazos.
Luego, cuando mi abuela se murió dejé de veranear, y muchos años después, a principios de los 70, una noche de madrugada me lo encontré en el Bacomo, la discoteca de moda de la playa del Arenal, ligando extranjeras. Nuestro encuentro produjo un dúo irresistible. A partir de esa noche empezamos a follar como locos y ha construir una amistad que aún hoy dura.
En aquellos años de pasiones desenfrenadas yo vivía de mi madre y de alguna extranjera despistada. Él, más o menos lo mismo. Casi cada día veíamos amanecer abrazados a la nórdica de turno en la playa o desnudos en el agua. Después nos íbamos a dormir hasta las cuatro o las cinco de la tarde, que nos levantábamos, nos duchábamos y vuelta a empezar. Recorríamos las terrazas de la playa, luego cenábamos ligeramente con algunas chicas, y sobre las diez entrábamos en la discoteca.
Un domingo fuimos a una gala juvenil y Giovanni se enamoró de una mallorquina que se llamaba Anita (pongo su verdadero nombre porque dudo que lea este blog, ya que vive en Los Angeles desde hace unos treinta años). La tal Anita era una preciosidad en miniatura; debía medir un metro cincuenta. Se enamoraron locamente; sobre todo Giovanni, que se quería casar con una virgen auténtica como lo era Anita, porque creía que todas las mujeres, excepto su madre y la mía, eran unas putas.
Empezaron a verse todos los días, y cuando la dejaba en su casa a las diez, después de haberle dado un par de morreos y tocarle los pechos, yo lo recogía en un bar y nos íbamos a ligar extranjeras. Y así fue transcurriendo el tiempo y Anita, poco a poco, lo fue cambiando convirtiéndolo en un trabajador. Se pudo a trabajar en la empresa de su padre, al que no tragaba ni en foto. Por lo que el salir cada día se convirtió en salir sólo los fines de semana: viernes y sábado.
Anita era su mujer ideal: humilde, servicial, bonita, no fumaba ni bebía y, sobre todo, era virgen, que es lo que realmente le importaba a él. Y a los dos años de cortejar, como se decía en aquella época, Giovanni se cansó de los toqueteos y quiso pasar a la acción. Tengo que decir que Giovanni antes de encontrarse con ella se tomaba de dos a tres cuba-libres para superar su complejo de inferioridad. Luego con ella disimulaba bebiendo una cerveza o dos.
Anita se montó con sus padres un fin de semana de mentiras y se fue con Giovanni a un hotel de la playa de Paguera. Yo lo acompañé acompañado de la sueca de turno.
Era la primera vez que salían de noche, después de las diez, juntos. O sea, que Anita no sabía lo mucho que podía beber Giovanni. Fuimos a cenar y a una discoteca. Cuando empezamos a bailar mi amigo ya llevaba dentro una botella de vino entera, tres o cuatro cervezas y unos cuatro o cinco cuba-libres. Ya iba caliente. Sobre las seis de la madrugada llegábamos al hotel y él había añadido dos o tres whiskys a su estómago.
La sueca y yo nos metimos en la cama y pegamos el polvo de compromiso, y cuando ya estábamos cogiendo el sueño, unos fuertes golpes en la puerta nos despertaron. La sueca abrió la puerta y Anita, en bragas y sujetador, entró llorando desconsoladamente. Intentamos que nos explicara lo que le pasaba, pero no hubo manera. Tampoco tenía signos de violencia.
Me fui en busca de Giovanni, que lo encontré vestido haciendo el equipaje. Cuando le pregunté qué es lo que había pasado, me dijo fríamente que Anita no era virgen, que lo había engañado, y se fue dejándome con la cuenta del hotel y las dos mujeres.
Nunca más volvió a ver a Anita, que a los dos meses se fue a Norteamérica a vivir. Poco tiempo después, el incombustible Giovanni, se enamoró de una preciosidad andaluza, que era virgen de verdad. Llegaron a comprar un piso, pero como no la dejaba beber, fumar ni salir con sus amigas del trabajo, la tía se escapó en cuanto pudo. Luego vino una tercera: una ex novia a la que desvirgó, dejó preñada, y abandonó. Se casarón por la iglesia y tuvieron cinco hijos, pero un día lo encontró en la cama con una vecina. Lo abandonó y actualmente ninguno de sus hijos lo saluda. Ni siquiera ella.

La última novia seria que tuvo que le duró tres años fue una valenciana de cuarenta años graciosa y apetecible y, además, con dinero. Todo terminó cuando ella le invitó a pasar una semana a casa de sus padres en el país valenciano. Una noche los dos cogieron una buena moña (ella también bebía) y empezaron a discutir, y en un arrebato de locura, Giovanni le corto la bonita cabellera rubia a la valenciana. Al día siguiente tuvo que escapar porque sus hermanos lo querían matar. Hubo juicio y tuvo que pagar a la rubia quinientas mil pesetas de la época.

Ahora vive solo en un piso inmaculadamente limpio en un barrio denigrado por los moros y sudamericanos. Es funcionario, y sus sistema de trabajo son seis o siete meses de baja por depresión y dos de trabajo. Así va pasando el tiempo esperando la jubilación. Y el tiempo lo pasa ligando sudamericanas por la zona del Corte Inglés, y os aseguro que tiene un verdadero éxito.
Según él, son como las extranjeras que nos ligábamos cuarenta años atrás, que se enrollaban con cualquiera. El año pasado se ligo ciento diez. Es cierto, Giovanni no es mentiroso, y no es un fantasma con el tema de las mujeres. Tiene el teléfono de todas. También hay que decir que se va con auténticos cardos borriqueros, entre alguna que otra normal o guapa.

La vida cambia y nosotros también. Pero creo que Giovanni sigue siendo el mismo. Se ha quedado en aquellos años 60, cuando las mujeres llegaban al altar vírgenes. Su vida siempre han sido las mujeres; ha vivido por y para ellas, y nunca ha podido ser fiel a ninguna. Por eso le han arruinado la vida. Son su único entretenimiento porque no se lleva bien con nadie de su familia, y menos con sus hermanos. Ahora sólo pide encontrar una mujer normal y seria para vivir con ella… pero no la encuentra, y eso que aún es un viejo atractivo.
Mientras escribo esta mierda está terminando Separados, de la muy apetecible Jennifer Aniston y el gracioso Vince Vaughn. Película entretenida con final triste, muy común en las parejas de hoy: cada uno por un lado.
Mientras escribo esta mierda

miércoles, 14 de octubre de 2009

EL GITANO

Ha sido una larga semana de mierda en mi piso leyendo, escribiendo artículos que no me publican en el periódico de mierda que colaboro, corrigiendo el primer borrador de mi novela, y sacando a pasear a Páris por el parque lleno de sudacas.
Ayer, sábado, me peleé con mi hermana porque se ha enterado de que mi madre me lleva pagando los gastos de escalera seis meses (mi madre tiene la mala costumbre de guardar todos los papeles que le caen entre las manos). Mi hermana se entera porque controla su dinero a través de Internet.
La pelea fue gorda, con gritos e insultos. Con decir que mi madre se encerró en su habitación, lo digo todo.
Otro motivo de la pelea ha sido que han cortado el teléfono a mi madre por falta de pago, después de más de cuarenta años sin dejar de pagarlo ni un solo mes. Hay dos facturas pendientes de 189,00 y 70,00 euros, que mi madre desgraciadamente no puede pagar. Las llamadas las hemos hecho entre mi hijo y yo. Por lo que mi hijo le ha regalado un Samsung y yo he hecho los trámites para darla de alta en Yoigo. Mi madre se ha quedado triste porque ha sido clienta de los ladrones de Telefónica durante mucho tiempo. Mi hermana se ha ido pegando un portazo.
La situación no puede ser peor. Bueno, claro que puede ser peor, pero eso es otra historia. Porque al menos yo (aparentemente) tengo salud y mi familia también. Y si se tiene salud hay que estar agradecido a Dios, dice mi madre.

Estoy viendo el interesante programa Comandos de la 1, y están pasando un reportaje de los gitanos de Son Banya, en las afueras de Palma, un barrio chabolista donde vive la mayor parte de sus habitantes de la venta de la droga.
Yo no soy racista y uno de mis mejores amigos es gitano, de piel aceitunada, de madre gitana, puta y una bellísma persona, y su padre era ibicenco, que los abandonó cuando mi amigo tenía ocho años, que es cuando lo conocí yo.
Dicho esto, aclaro que, excepto los hijos de puta, no me molesta nadie, pero mi propia experiencia me ha demostrado que los gitanos son diferentes (hay más malos que buenos), más vagos y racistas que la mayoría de la gente.
Lo digo porque lo he vivido en persona. En primer lugar porque mi padre tenía una pensión de cinco pisos en los años 60, y siempre tenía alguna que otra familia gitana. De cada cinco familias, tres traían problemas. La mayoría se iban sin pagar. Y cuando dejaban las habitaciones se tenían que desinfectar y pintar de nuevo, eso si no tenían que cambiar algún mueble roto.
Mi padre decía que los gitanos eran sucios, vagos, algunos ladrones, y que la mayoría vivían del cuento. Y tenía razón porque yo lo comprobé. Además, ¿ustedes conocen a alguien que no sea gitano que hable bien de ellos? Nadie. Sólo los políticos, porque les interesan sus votos.

En la calle donde mi padre tenía la pensión vivía una familia de gitanos que vendían costo (marihuana) a todo el barrio. Ocupaban un minúsculo primer piso y tenían unos cinco o seis hijos, que prácticamente estaban todo el día corriendo por la calle; algunos descalzos. O sea, no les hacían ni puto caso.
Un día un coche dio un pequeño golpe a uno de esos niños, y el número que montó la familia gitana al payo, fue de órdago. Lo querían matar. Menos mal que llegó la policía a tiempo para impedir una desgracia. Y eso que al niño no le pasó absolutamente nada. Pero los gitanos, como son tan marrulleros, vieron enseguida el negocio. Al final el payo se fue custodiado por la policía mientras que los gitanos se quejaban de lo marginados que los tenía la sociedad. Luego se metieron en el piso y los niños siguieron jugando en la calle.

A finales de los ochenta me contrató un abogado franquista y corrupto para que escribiera un guión sobre la etnia gitana; quería hacer una película. Después de llegar a un acuerdo económico, el abogado me concertó una serie de entrevistas, que duraron un mes, con una serie de gitanos. La mayoría en buena posición económica.
Aquella fue una experiencia lastimosa. Todos los gitanos con los que yo hablé tenían unos cochazos de puta madre, todos eran unos racistas de cojones, que estaban convencidos de que la obligación de la mujer es servir al hombre. Primero al marido, después a su padres y a sus suegros, y después a sus hijos. Una rueda sin fin.
Decían unas barbaridades increíbles, como que las niñas gitanas van al colegio, y en cuanto saben escribir y leer, las sacan para que empiecen a servir a la familia. O que no aceptan el divorcio; que tienen que ser vírgenes al casarse; que él puede ponerle los cuernos pero ella no porque la matan directamente; que prefieren tener un hijo subnormal antes de que una hija se case con un payo, y cosas así.

Uno de eso gitanos era un cachondo con el que intimidé bastante, aunque nunca lo he vuelto a ver. El tipo se había montado un negocio de puta madre con el Gobierno (en aquel momento el de Felipe González). Cada año recibía una suculenta subvención por el royo de la marginación y la integración del gitano en la sociedad.
Tenía unos locales de mala muerte donde tenía ubicadas unas escuelas a las que iban cuatro gitanas a aprender a coser, escribir, cocinar, y unas cuantas chorradas más. Pero lo cierto, es que el gitano, que conducía un Mercedes blanco, comprado en Alemania, y vivía en un chalé en la playa, siempre manejaba billetes de mil y cinco mil. Eso sí, desprendido como él solo. Te invitaba a todo, y lo mejor. En su muñeca llevaba un Rolex (no se sí falso), pero brillaba un cojón.

Al final no se hizo la película, pero el concepto malo que tenía de los gitanos, empeoró considerablemente. Ahora, los gitanos han cambiado mucho; ahora se han modernizado, ahora han cambiado los mercados o recoger chatarra con la venta de droga (no todos, por supuesto). Ahora han cambiado los coches de segunda mano por los deportivos y las furgonetas que valen de cuatro a seis millones, de las antiguas pesetas.
En el barrio de chabolas de Son Banya de Mallorca hay auténticos millonarios que viven entre la basura. Pero yo creo, que por mucho que tenga un gitano, es limitado en disfrutar de la vida. Son muy cortos, se conforman con un buen coche, con llevar oro por su cuello y manos, y no saben disfrutar de una buena casa. Eso es evidente.
Y repito, uno de mis mejores amigos es gitano, y a su madre, que era puta y gitana, la apreciaba bastante, igual que a sus tres hermanas. Todos eran muy buena gente que merece todo mi respeto. Con esto lo digo todo.

jueves, 8 de octubre de 2009

Blog del día/Stultifer

Hoy he estado con mi médico y le he dicho que no voy a seguir escribiendo esta mierda porque me parece una pérdida de tiempo, además, le he dicho que me lee muy poca gente. Él me ha dicho que no es importante que me lea gente, como si no quiere leerme nadie. Lo importante es que yo me cree una obligación al escribir lo que me pasa o lo que me ha pasado, que eso me ayudará a superar la depresión si no quiero medicarme.

La verdad es que no sé qué hacer. Sigo sin dinero, mi madre está fatal de la artrosis y mi pito sigue sin levantarme. Suelo masturbarme una vez a la semana sin demasiado éxito. Llego al orgasmo pero con el pene no del todo en erección. El domingo pasado convencí a mi mujer para que hiciéramos el amor, pero no fue bien. Ella quiere que tome Viagra o algo parecido, pero yo me niego. Sé que mi pito volverá a ser el de antes.
He tenido una semana dura. Estoy amargado y en un laberinto sin salida. Por cierto, me han dado un premio, el tercer premio que me dan en mi vida. Este ha sido al mejor blog del día 7 de octubre, ¿qué os parece? Es cuestión de tiempo que mi nombre esté en la avenida de los famosos en Hollywood. No os riáis, si sigo cosechando premios con este blog, puedo hacerme famoso.
Gracias, Stultifer, por haberos divertido leyendo mi blog. si conocéis a algún productor que quiera comprar los derechos de mis memorías, ya sabéis, hay comisión. Espero que nunca me abandone el humor negro y corrosivo que me caracteriza. Y espero tener fuerzas para seguir escribiendo este blog de mierda.

domingo, 4 de octubre de 2009

REC

“Que cabeza tienes tío, ¿de donde inventas todas esas historias, o crees que nos creemos estas supuestas peripecias de tu vida? ¡Aijaja, felicidades! Serías un guionista perfecto.”
Este comentario, debidamente corregido, es de una persona que firma como Anónimo, donde pone en entredicho la veracidad de lo que escribo. Antes que nada gracias por decirme que sería un guionista perfecto. Ojalá alguien lea tu comentario y me contrate como guionista. Te lo agradecería, Anónimo.
Me parece bien, las personas que me visitan son libres de creer o no creer. Pero yo me preguntó, ¿qué importancia tiene para el que lo lee si es verdad o mentira? Si lo importante es que me sirva a mí de terapia, según mi médico. Algo parecido a escribir en un cuaderno lo que te ocurre o lo que se te ocurre. No es nada nuevo para uno que sepa un poco de psicología.
Por ejemplo, ¿qué importancia tiene decir que la semana ha sido de puta pena? ¿Qué importancia tiene decir que yo no puedo pagar los gastos de escalera de cada mes, los seiscientos euros que me corresponde pagar por pintar la fachada, los cien euros que me corresponde pagar por la antena colectiva? ¿Continuo? Sin contar que tengo mi cuenta bloqueada por multas e impuestos de tráfico. Este mes tengo previsto cobrar del periódico ciento cincuenta euros, más o menos. Y si quiero verlos tendré que ir al periódico a pedir un adelanto para que no me los ingresen. Me han quitado mi sección dominical y en esta semana que dejamos he presentado cuatro proyectos y tres ya han sido rechazados. ¿Sabes lo que me dijo la directora del dominical?: “En este periódico hay demasiados compromisos, y los primeros son los amigos de la casa”.

Mi vida es una puta mierda y cada día tiene menos sentido y no hace falta tener mucha imaginación para escribirlo. No tengo un puto duro o euro o como se quiera llamar. Y lo peor de todo es que no hay perspectivas. ¿Quién va a darme trabajo a mis cincuenta y siete años? Sin saber idiomas, ni tener carrera, sólo sé escribir y hacer otras cosas que no son rentables. Mañana me levantaré y bajaré a desayunar con mi madre, que está desesperada porque no tiene dinero para pagarlo todo. Y yo no podré hacer nada. ¿Para escribir esto hay que tener imaginación?
Hoy, domingo, he ido a comer con mi mujer a casa de Funes (físicamente se parece al actor francés Louis de Funes), un homosexual francés bajito y con clase, que tiene una casa que te cagas al norte de Mallorca. La tiene llena de obras de arte y sin ningún tipo de seguridad. Es grande, de techos altos, y está rodeada de un jardín que parece una selva. Cuando estás en el interior de la casa parece que estás en otro país, en uno tropical, por ejemplo.

A Funes lo conocemos de la época que Pipi organizaba fiestas de verano en su casa (a mediados de los 90), donde se reunía lo mejorcito de la sociedad mallorquina, sobre todo de la parte del mariconeo. Funes siempre llegaba cargado con cajas de champán y quesos franceses, que su novio le ayudaba a bajar del Mercedes blanco con matrícula francesa. Y cuando llevaba cinco o seis whiskys (odiaba el champán porque contaba que en Lyon dos chaperos lo habían violado y obligado a beberse cinco botellas de champán) empezaba a desnudarse y a cantar canciones de Gilbert Bécaud. Su novio durante veinte años, un moro más maricón que un palomo cojo, se ahogaba de la risa. En una de esas noches gloriosas, se atragantó y cinco días más tarde moría de un ataque al corazón dejando a Funes heredero de una gran fortuna.

Hoy, Funes, nos ha llamado porque está muy deprimido. Su último novio, un joven atlético, con treinta años menos que él, le ha puesto los cuernos con un gañán (palabra suya) del pueblo y se ha llevado todas sus cosas de la casa. Por eso, ha llamado a las diez personas que aprecia más; entre los que me encuentro yo, para despedirse antes de suicidarse.
Parece mentira la cantidad de gente que se cree que es amiga mía y que para mí son simples conocidos que no me interesan para nada por lo gilipollas que son. A Funes siempre lo he considerado un maricón imbécil y, por supuesto, lo del suicidio es una trola. Es demasiado listo. Lo único que ocurre, es que cuando le da la depresión de millonario, utiliza cualquier excusa para organizar una comida o cena.
Pero lo importante en este momento para mí, es que nos han servido una paella de langosta para chuparse los dedos, acompañada de unos vinos franceses exquisitos. La comida ha sido servida por camareros que ha enviado el restaurante. Todo elegantísimo. A mí me ha acompañado mi mujer porque se enrolla con ellos y me dejan en paz a mí. En total, debíamos ser unos veinte: los diez amigos/as y sus acompañantes. A las siete, mi mujer y yo nos metíamos en el coche y poníamos rumbo a Palma con el maletero lleno de botellas de buen vino y algún que otro queso francés como regalo.

¿Cree alguien que para escribir esto hay que tener mucha imaginación? Si la vida es la mejor novela jamás escrita. La vida es una puta película, por eso se inventó el cine, para que pudiéramos plasmar en imágenes nuestras alegrías y nuestros dramas, nuestras ruinas y nuestras miserias, de lo contrario el cine no existiría. Igual que las novelas. No tiene sentido que existan si no podemos escribir la vida en ellas. Muchos de vosotros os preguntaréis el por qué conozco a este tipo de gente de tan alto nivel social. No hay ningún secreto. Me he dedicado a una profesión idónea para conocer a este tipo de fauna.
Por cierto, no os he contado de donde salió Funes. Mi querido y entrañable, Funes, porque la verdad es que es muy simpático. Era hijo de camarero y mujer de los lavabos de un bar de Lyon. Él fue al colegio hasta que supo leer y escribir, luego, a los doce años, lo pusieron a trabajar en una cocina. A los quince, cansado de tanta mierda, se tiró a la calle y salió adelante haciendo de chapero, y una noche, tuvo la suerte de chupársela a un gordo y seboso millonario belga. Éste, le introdujo en la alta sociedad parisina. Si esto es verdad o mentira, no lo sé, es lo que cuenta el propio Funes muy orgulloso. Yo, particularmente, conociéndolo como lo conozco, juraría que es verdad.
Acaba de empezar Rec por la 1, y voy a verla por segunda vez. Chiao.