miércoles, 14 de octubre de 2009

EL GITANO

Ha sido una larga semana de mierda en mi piso leyendo, escribiendo artículos que no me publican en el periódico de mierda que colaboro, corrigiendo el primer borrador de mi novela, y sacando a pasear a Páris por el parque lleno de sudacas.
Ayer, sábado, me peleé con mi hermana porque se ha enterado de que mi madre me lleva pagando los gastos de escalera seis meses (mi madre tiene la mala costumbre de guardar todos los papeles que le caen entre las manos). Mi hermana se entera porque controla su dinero a través de Internet.
La pelea fue gorda, con gritos e insultos. Con decir que mi madre se encerró en su habitación, lo digo todo.
Otro motivo de la pelea ha sido que han cortado el teléfono a mi madre por falta de pago, después de más de cuarenta años sin dejar de pagarlo ni un solo mes. Hay dos facturas pendientes de 189,00 y 70,00 euros, que mi madre desgraciadamente no puede pagar. Las llamadas las hemos hecho entre mi hijo y yo. Por lo que mi hijo le ha regalado un Samsung y yo he hecho los trámites para darla de alta en Yoigo. Mi madre se ha quedado triste porque ha sido clienta de los ladrones de Telefónica durante mucho tiempo. Mi hermana se ha ido pegando un portazo.
La situación no puede ser peor. Bueno, claro que puede ser peor, pero eso es otra historia. Porque al menos yo (aparentemente) tengo salud y mi familia también. Y si se tiene salud hay que estar agradecido a Dios, dice mi madre.

Estoy viendo el interesante programa Comandos de la 1, y están pasando un reportaje de los gitanos de Son Banya, en las afueras de Palma, un barrio chabolista donde vive la mayor parte de sus habitantes de la venta de la droga.
Yo no soy racista y uno de mis mejores amigos es gitano, de piel aceitunada, de madre gitana, puta y una bellísma persona, y su padre era ibicenco, que los abandonó cuando mi amigo tenía ocho años, que es cuando lo conocí yo.
Dicho esto, aclaro que, excepto los hijos de puta, no me molesta nadie, pero mi propia experiencia me ha demostrado que los gitanos son diferentes (hay más malos que buenos), más vagos y racistas que la mayoría de la gente.
Lo digo porque lo he vivido en persona. En primer lugar porque mi padre tenía una pensión de cinco pisos en los años 60, y siempre tenía alguna que otra familia gitana. De cada cinco familias, tres traían problemas. La mayoría se iban sin pagar. Y cuando dejaban las habitaciones se tenían que desinfectar y pintar de nuevo, eso si no tenían que cambiar algún mueble roto.
Mi padre decía que los gitanos eran sucios, vagos, algunos ladrones, y que la mayoría vivían del cuento. Y tenía razón porque yo lo comprobé. Además, ¿ustedes conocen a alguien que no sea gitano que hable bien de ellos? Nadie. Sólo los políticos, porque les interesan sus votos.

En la calle donde mi padre tenía la pensión vivía una familia de gitanos que vendían costo (marihuana) a todo el barrio. Ocupaban un minúsculo primer piso y tenían unos cinco o seis hijos, que prácticamente estaban todo el día corriendo por la calle; algunos descalzos. O sea, no les hacían ni puto caso.
Un día un coche dio un pequeño golpe a uno de esos niños, y el número que montó la familia gitana al payo, fue de órdago. Lo querían matar. Menos mal que llegó la policía a tiempo para impedir una desgracia. Y eso que al niño no le pasó absolutamente nada. Pero los gitanos, como son tan marrulleros, vieron enseguida el negocio. Al final el payo se fue custodiado por la policía mientras que los gitanos se quejaban de lo marginados que los tenía la sociedad. Luego se metieron en el piso y los niños siguieron jugando en la calle.

A finales de los ochenta me contrató un abogado franquista y corrupto para que escribiera un guión sobre la etnia gitana; quería hacer una película. Después de llegar a un acuerdo económico, el abogado me concertó una serie de entrevistas, que duraron un mes, con una serie de gitanos. La mayoría en buena posición económica.
Aquella fue una experiencia lastimosa. Todos los gitanos con los que yo hablé tenían unos cochazos de puta madre, todos eran unos racistas de cojones, que estaban convencidos de que la obligación de la mujer es servir al hombre. Primero al marido, después a su padres y a sus suegros, y después a sus hijos. Una rueda sin fin.
Decían unas barbaridades increíbles, como que las niñas gitanas van al colegio, y en cuanto saben escribir y leer, las sacan para que empiecen a servir a la familia. O que no aceptan el divorcio; que tienen que ser vírgenes al casarse; que él puede ponerle los cuernos pero ella no porque la matan directamente; que prefieren tener un hijo subnormal antes de que una hija se case con un payo, y cosas así.

Uno de eso gitanos era un cachondo con el que intimidé bastante, aunque nunca lo he vuelto a ver. El tipo se había montado un negocio de puta madre con el Gobierno (en aquel momento el de Felipe González). Cada año recibía una suculenta subvención por el royo de la marginación y la integración del gitano en la sociedad.
Tenía unos locales de mala muerte donde tenía ubicadas unas escuelas a las que iban cuatro gitanas a aprender a coser, escribir, cocinar, y unas cuantas chorradas más. Pero lo cierto, es que el gitano, que conducía un Mercedes blanco, comprado en Alemania, y vivía en un chalé en la playa, siempre manejaba billetes de mil y cinco mil. Eso sí, desprendido como él solo. Te invitaba a todo, y lo mejor. En su muñeca llevaba un Rolex (no se sí falso), pero brillaba un cojón.

Al final no se hizo la película, pero el concepto malo que tenía de los gitanos, empeoró considerablemente. Ahora, los gitanos han cambiado mucho; ahora se han modernizado, ahora han cambiado los mercados o recoger chatarra con la venta de droga (no todos, por supuesto). Ahora han cambiado los coches de segunda mano por los deportivos y las furgonetas que valen de cuatro a seis millones, de las antiguas pesetas.
En el barrio de chabolas de Son Banya de Mallorca hay auténticos millonarios que viven entre la basura. Pero yo creo, que por mucho que tenga un gitano, es limitado en disfrutar de la vida. Son muy cortos, se conforman con un buen coche, con llevar oro por su cuello y manos, y no saben disfrutar de una buena casa. Eso es evidente.
Y repito, uno de mis mejores amigos es gitano, y a su madre, que era puta y gitana, la apreciaba bastante, igual que a sus tres hermanas. Todos eran muy buena gente que merece todo mi respeto. Con esto lo digo todo.

6 comentarios:

Ernesto Villodas dijo...

He llegado de casualidad, pero creo que me quedo. Saludos

Adrianos dijo...

acabo de leerme todas tus entradas :-) escribes bien sin duda (entiendo que has ganado tu vida con esto) y estoy seguro que tarde o temprano tendras el éxito que quizas quieras. Mientras tanto espero que tu depresión mejore al mismo tiempo que tus circumstancias personales. Es verdad que la realidad supera la fantasía... no me cuesta creer que esta sea tu vida al mismo tiempo que la leo como una novela.
Te seguiré y gracias por pasar por mi blog.
-veo la vida algo distinto que tu pero creo que no viene a cuento darte mi opinion ¿no? que en fin este es tu diario y yo no soy tu médico :-)-

Paris Quelart Budó dijo...

Mi querido, Adriano.
Yo siempre he escuchado a quien me ha hablado (sé escuchar por eso sé algo de la vida), pero luego he hecho lo que he querido, que casi siempre ha sido equivocado, en el sentido pràctico de la palabra.
Pero por supuesto que me interesa lo que dicen los demás, sobre todo si tienen sensibilidad y aprecian el arte.
Suerte, Adriano.
Gracias a ti también, Ernesto por quedarte.

Anónimo dijo...

Otra historia mas, rozando el subrealismo.

Mochilo y Pincho dijo...

¿Are you alone? visit us.
http://tengoceroamigos.blogspot.com

Paris Quelart Budó dijo...

Mochilo y Pincho, tenéis que leeros mi blog con más detenimiento, y si no entendéis alguna cosa, me lo escribís.
A mí si algo me sobra, son los amigos/as. Lo demuestro en mis escritos.